SUCEDIÓ EN ACAPONETA
Agosto 11 de 2018 (Néstor Chávez
Gradilla [Cronista del Municipio de Acaponeta]):- Para hablar de los orígenes más
remotos referentes a la fundación del Templo Parroquial de Nuestra Señora de la
Asunción de Acaponeta, es necesario remontarnos hasta los tiempos de la llegada
de los conquistadores españoles, cuando por primera vez entre los indígenas
sometidos, se escuchó hablar de la evangelización cristiana por medio de los
Misioneros Franciscanos que vinieron con ellos.
En efecto, en el mes de julio de
1530, en medio de un intenso calor, lluvias torrenciales y arroyos crecidos,
llegaron a la región de lo que hoy es el norte de Nayarit los conquistadores
españoles comandados por el Gobernador de la Real Audiencia de la Nueva España,
el capitán Nuño Beltrán de Guzmán, atacando y derrotando a todos los pueblos
indígenas en su trayectoria desde su salida de la ciudad de México, sin sufrir
una sola derrota.
Ya en otros artículos históricos
se ha hablado de sucesos como: La llegada de Nuño de Guzmán a Acaponeta a la
que encontró totalmente despoblada; Del ataque de los españoles a la floreciente
ciudad de AZTATLÁN y de la desastrosa derrota de su defensor, el Motécatl o
capitán de guerreros llamado Corinca.
Del fin definitivo de la grandeza
y poderío de los 4 grandes Hueytlahtoanazgos que conformaban la gran
Confederación Chimalhuacana, que a partir de ese año desapareció para siempre,
después de más de 800 años de existencia.
De la terrible inundación del río
Acaponeta del 20 de septiembre de 1530 que casi acabó con Nuño de Guzmán y su
ejército y que arrasó totalmente a todos los pueblos ribereños entre ellos la
otrora poderosa ciudad de AZTATLÁN y que ahogó a más de 30 mil indígenas amigos
y enemigos.
De la ruina del ejército español
después del desastre, de su recuperación después de haber recibido el apoyo
solicitado a México y de su viaje a continuar la conquista en tierras hoy
sinaloenses.
De los inicios de la
evangelización cristiana por misioneros Franciscanos en esta conquistada y
sometida región.
Después del regreso de Guzmán a
estas tierras, ordenó al Padre Fray Juan de Padilla y a sus auxiliares Fray
Bernardo de la Torre y Fray Juan de Vadillo, que de inmediato iniciaran la
labor de evangelización en toda la región conquistada por él, desde el
extinguido Hueytlahtoanazgo de Xalisco hasta Teocolhuacán (Culiacán).
También ya en otros escritos
hablé de la fundación de los Conventos en esta zona de 1531 a 1580, periodo en
el que se fundaron los Conventos de Xalisco (1540), Sentispac (1569), Acaponeta
en 1580 y otros, con el objeto de facilitar más la labor de evangelización de
los indígenas de esta extensa región.
Acaponeta, desde 1531, estuvo
recibiendo visitas muy espaciadas, 5 o 6 veces por año de 3 a 6 días cada una,
visitas que de ninguna manera eran lo suficientemente productivas como se
hubiera querido, pues las escasas enseñanzas recibidas pronto se olvidaban, y
ellos seguían en sus viejas y ancestrales costumbres de idolatría, salvajismo y
supersticiones.
Ya también varias veces he
mencionado en mis escritos que, a principios del año de 1580, llegaron al
poblado de Acaponeta los Padres Fray Andrés de Medina y sus auxiliares Fray
Miguel de Herrera y Fray Francisco de Clavijo acompañados del capitán Don Luís
Ponce de León con 8 soldados arcabuceros, con la consigna de construir y fundar
en este lugar de indios “caponetas,” un nuevo Convento Guardianía, un Templo
franciscano, y por parte de los militares, un Fuerte-Presidio y sus casas.
En el mes de julio se terminaron
de construir con mano de obra indígena y Fray Andrés de Medina, designado como
primer Guardián fundador, escogió la fecha del 15 de agosto de ese año, para
dedicar esa Misión Franciscana a la Santísima Virgen María, en su advocación de
Nuestra Señora de la Asunción.
La razón de esto, era que traía
consigo una pequeña imagen de la Virgen, que colocó ese mismo día en el altar
del rústico Templo construido de piedra, adobe crudo y techo pajizo o de palma.
La inauguración se llevó a cabo en esa fecha, en la que el Padre Medina
acompañado de sus auxiliares, la celebró con una Misa Solemne de Acción de
Gracias (hace ya 438 años).
En notable historiador Don
Antonio de Ciudad Real en su obra “Tratado curioso y docto de las grandezas de
la Nueva España”, nos dice que en el año de 1587, el Padre Visitador Fray
Alonso Ponce, hace una breve descripción del rústico Templo-Convento de
Acaponeta en aquellos años:
“El Convento de Acaponeta cuya
vocación es de la Asunción de Nuestra Señora, es una casita vieja y pequeña de
aposentos bajos hecha de adobes con Iglesia, cubierto todo de paja, y suelen
morar allí dos Frayles, pero entonces no había más que uno”.
Según lo dicho por el Padre
Ponce, los edificios de los Templos y Conventos construidos en aquellos años,
eran por lo general edificaciones muy rústicas que en poco tiempo se arruinaban
por lo que frecuentemente había que restaurarlas o construirlas de nuevo, lo
que, según el informe dado por el visitador, es de suponerse que muy pronto se
procedió a reacondicionar ese deteriorado Templo-Convento, ya casi en ruinas
apenas siete años después de haberlo construido su fundador el Padre Fray
Andrés de Medina.
En el año de 1593, el Guardián
del Convento de Acaponeta Fray Pedro Gutiérrez y su auxiliar Fray Clemente de
La Cruz con la anuencia de las autoridades eclesiásticas, solicitaron al Virrey
Don Luís de Velasco (hijo) que el Convento-Guardianía de Acaponeta dejara de
considerarse como simple poblado y se le concediera pasar a la categoría de Villa.
De esa manera se podía contar con
más y mejores apoyos y un mayor número de soldados arcabuceros para el mejor
resguardo de los constantes ataques de los coras y chichimecos salvajes de la
sierra.
Meses después llegó a Acaponeta
el capitán Don Juan Ochoa Arámburu con una carta del Virrey en la cual se
establecía que a partir de la fecha de la carta: 13 de abril de 1594, el
poblado de Acaponeta pasaba a la categoría de “Villa de Nuestra Señora de la
Asunción de Acaponeta”, mencionando además que el dicho capitán Ochoa, queda en
éste lugar con el nombramiento de Alcalde Mayor.
El dicho capitán llegó acompañado
de 20 soldados arcabuceros y con un gran cargamento de regalos entre víveres,
ropa, telas, cobijas, sandalias, implementos de trabajo y de labranza y muchas
cosas más, para regocijo y alegría de los indios y mestizos residentes en este
lugar.
Después de la llegada del nuevo
Alcalde Mayor, a los 10 días arribó nuevamente a esta nueva Villa el Padre Fray
Andrés de Medina fundador del Convento 14 años atrás, con otra gran cantidad de
regalos enviados por el Virrey, para quedarse aquí por los siguientes 9 años.
Por el hecho de haber sido nombrada Villa, Acaponeta no dejaba de ser
Guardianía.
El 23 de abril de 1617, se llevó
a cabo en la Nueva Vizcaya (Durango) y en la Nueva Galicia el gran
levantamiento rebelde armado contra la dominación española, de la otrora grande
y poderosa nación tepehuana acaudillada por un líder llamado Gogoxito. Ese
mismo día, después de destruir e incendiar Quiviquinta y Huajicori, entraron a
Acaponeta en donde arrasaron, saquearon e incendiaron la Villa.
El rústico templo, quedó
totalmente destruido, logrando los Padres Fray Francisco de Morga, Fray Diego
Luciano y Fray Antonio Ramos salvarse de milagro logrando rescatar algunas
imágenes, ornamentos y objetos sagrados, refugiándose en el Fuerte-presidio
militar al mando del capitán Don Luís Ponce de León con 20 soldados, en donde
también acogieron a las mujeres y los niños.
El resto de los habitantes, los
que pudieron escapar de la matanza, se internaron en los montes. Recordemos que
el Capitán Ponce de León ya había estado en 1580 en Acaponeta, acompañando al
Padre Medina en la fundación del Convento-Guardianía.
En esa ocasión, ocurrió el
siguiente curioso suceso: Viendo los españoles por las mirillas del fuerte que
los salvajes tepehuanos intentaban quemar una imagen de Cristo Crucificado
arrastrándolo con mecates por el fuego, al soldado Cristóbal de Lerma le ardió
la sangre y tomando su arcabuz, hizo un disparo a unos 20 metros de distancia
con tan buena puntería, que abatió y mató al indio profano que jalaba el mecate,
para luego montar en su caballo y salir del fuerte con la espada en la mano
cosa que imitaron los demás, admirados por la audacia de su compañero, montaron
también en sus caballos y salieron a combatir a los rebeldes, matando a varios
y haciendo huir a los demás.
La tradición oral nos dice que
los españoles recogieron los restos parcialmente quemados de la imagen de
Cristo Crucificado, y los guardaron en un cofre de madera, para posteriormente
mandarlo restaurar.
El Sr. Cura Valencia afirmaba que
333 años después, encontró esos restos en una casa en San José de Gracia, con
un viejo papel semi destruido y poco legible. Conociendo la leyenda, lo limpió
lo más que pudo, le puso una nueva Cruz nueva y lo colocó para la veneración de
los creyentes en el lado poniente de la entrada del Santuario Guadalupano, con
la leyenda “El Cristo Milagroso” y un breve relato de lo ocurrido en 1617 en
Acaponeta.
Se cree que la pequeña imagen de
Nuestra Sra. De la Asunción colocada 37 años atrás por el Padre Fray Andrés de
Medina, fue reducida a cenizas durante el incendio del Templo-Convento. En este
año de 2018, se están cumpliendo 401 años de aquel épico suceso.
En la Villa de Acaponeta, aún
asentada al otro lado del río, eran muy frecuentes las inundaciones ocasionadas
por el desbordamiento del río, situación a la que los indios caponetas ya
estaban acostumbrados, pero no los españoles. Por lo mismo, los naturales
construían sus chozas muy sencillas, fácilmente reconstruibles y ante la
creciente de las aguas, ellos simplemente se llevaban sus canoas, familias,
víveres y escasas pertenencias a los cerros cercanos.
En 1744, era Alcalde Mayor el
capitán Don José de Haro y Bracamontes, Guardián del Convento Fray Blas
Martínez y auxiliar el Ministro Predicador Fray José Valdés, encargados de la
visita ordinaria de los pueblos Olita, San Juan de Tequala, Nuestra Señora de
la Navidad de Sayulilla, San Joseph de Gracia, San Diego de Alcalá, Ayoacán,
San Francisco del Caymán, San Phillipe Aztatlán, Nuestra Señora de la
Purísima Concepción de Itztapilla, Totorame, Los Sandovales, Real de Minas de
El Motaje, Real de Minas de El Oro y otros.
En ese año, se desbordó el río
provocando una terrible inundación que arrasó la Villa de Acaponeta, no dejando
ni cimientos ni nada. Los indígenas y los españoles, cargaron con sus escasas
pertenencias a los cerros cercanos y los misioneros con las imágenes, la
campana, los objetos sagrados y los ornamentos. Dice un escrito sacado de los
libros del Archivo Parroquial:
“El 18 de enero de 1744, el río
se salió de madre y destruyó los pueblos de Picachos, Milpillas, Quiviquinta,
El Caymán, Guaxicori, (dañados por el huracán) San Joseph, San Phillipe,
Sayulilla, San Juan de Tequala, San Diego y Acaponeta; del Templo lograron
salvarse algunos ornamentos, imágenes y lo necesario para impartir la Santa
Misa.
De las chozas de los indios no
quedó nada y la iglesia y Convento quedaron muy dañados e inservibles. Alcalde
Mayor, soldados, religiosos y ministros vivíamos mientras en unos jacales luego
hechos, como viven los naturales de esta Villa de Acaponeta. Ya se fijó lugar
para una nueva Iglesia y Convento que ya se construyen junto con casas y
presidio para las autoridades.
La construcción con ayuda de los
naturales, va muy diligente y la Iglesia y Convento se hacen con mayor hechura
y refuerzos que el anterior. Testigos: José Ruiz y Diego Billela, vecinos de esta
Villa”.
Al pasar el desastre, los
españoles, los franciscanos y los indios bajaron de los cerros. Por parte de
los indios caponetas, estos se dedicaron de inmediato a reconstruir sus
rústicas chozas para continuar con su vida ordinaria de pescadores,
agricultores, cazadores y exitosos comerciantes; pero por parte de los
españoles y misioneros, a ellos les esperaba la ardua labor de reconstruir el
Templo y Convento, el fuerte-presidio y sus casas.
Decididos, como lo dice el
escrito del Archivo Parroquial, acordaron construir un nuevo Templo-Convento
sobre una explanada de 1.5 metros de altura sobre unas lomas más grande y mejor
que el anterior, y con ayuda de los indígenas, fue terminado e inaugurado a unos cuantos meses. Al terminar su construcción, mucho más grandes, bonitos y
más reforzados, todos quedaron muy satisfechos y contentos, seguros de que
tendrían Templo y Convento para muchos años.
De nada valieron esos esfuerzos
realizados por los religiosos y los españoles, pues 13 años después en
septiembre de 1757, nuevamente asoló la región un tremendo huracán, lo que
provocó que se volvieran a desbordar las aguas del río Acaponeta, pero ahora
con mucha más fuerza y cantidad de aguas lodosas que la anterior, inundación
que arrasó con Acaponeta y todos los pueblos ribereños.
Esta inundación duró más de 24
horas sin que la creciente disminuyera; pero ya cuando todo pasó, de lo que era
Acaponeta no quedaron ni los cimientos de las edificaciones ni nada, únicamente
una enorme playa en la que los acaponetenses encontraron con llanto y
desesperación, miles de osamentas humanas que el río sacó de sus tumbas, sin
que fuera posible identificar cuáles eran las de sus seres queridos. Del
Templo, Convento, fuerte-presidio y casas de los españoles, a pesar de haber sido
reforzadas, no quedó nada.
En la Villa de Acaponeta, aún era
Alcalde Mayor el capitán Don José de Haro y Bracamontes. Él, los residentes
españoles y los encargados del Convento-Guardianía Fray José de Aguiar y Fray
Felipe de la Paz, entendieron que ya no era posible seguir reconstruyendo sus
edificios tan cerca de la ribera del río para seguir expuestos a lo mismo, y
decidieron buscar otro lugar más seguro.
Después de buscar detenidamente,
todos ellos acordaron pasarse al otro lado, al resguardo de los cerros de
enfrente. Entre todos, eligieron el largo declive hacia el poniente del hoy
llamado Cerro de la Glorieta, por estar situado al lado contrario del empuje de
las aguas y ya decidido, a principios de 1758 empezaron a construir nuevamente
el Templo-Convento, sus casas, el fuerte-presidio para los soldados y
procedieron además a trazar calles y delimitar solares para que en ellos se
instalarán los caponetas.
El nuevo Templo-Convento
nuevamente se construyó provisionalmente muy rústico, de adobe enjarrado con
lodo y techos de paja o palma pues ya se pensaba que en fecha no muy lejana (23
años después), se comenzaría la construcción definitiva de un templo ya grande,
de piedra al estilo europeo.
Los indígenas que fueron llamados
a ocupar sus solares, no hicieron el menor caso pues estaban renuentes a dejar
sus chozas instaladas en las orillas del río, ya que sus principales
actividades eran la pesca que era muy abundante y el comercio pluvial sobre
canoas, en las que se trasladaban a varios lugares, pues en ese tiempo, el río
era más profundo y no tan extendido como lo está hoy.
Así estuvieron por muchos años,
hasta que poco a poco los caponetas se fueron viniendo, cuando vieron que ya se
estaba construyendo el nuevo Templo y se ocupó mano de obra indígena.
En efecto, 23 años después en
enero de 1781, el Guardián del Convento Fray Francisco de San Juan acompañado
de su auxiliar Fray José Ventura Güereña y el Alcalde Mayor, mandaron levantar
una enorme explanada de 1.5 metros de altura de todo un solar completo para en
él iniciar la construcción del nuevo Templo, con la debida autorización de sus
superiores.
Ya terminada la explanada, Fray
Francisco de San Juan el 15 de agosto de ese mismo año, colocó la primera
piedra y el tesoro simbólico iniciando la obra con la instalación de fuertes y
resistentes cimientos de piedra de cantera.
Para ese tiempo, ya muchos
españoles, criollos, mestizos e indios, se habían instalado en los solares que
se delimitaron desde 1758, respetándose la explanada que estaba al poniente del
lugar destinado para la construcción del Templo, para ahí instalar
posteriormente una Plaza con jardín (hoy, Plaza Miguel Hidalgo).
Los Frailes continuaron con la
construcción del Templo hasta el 26 de septiembre de 1798, fecha en que, por
decisión de las altas Autoridades Eclesiásticas, todos los Franciscanos de la
región, fueron retirados de la zona después de haber estado encargados de la
evangelización durante 268 años y en su lugar, se determinó que vinieran
Sacerdotes Seculares (sin orden religiosa).
El último Padre Guardián que hubo
en Acaponeta del ya extinguido Convento-Guardianía, fue Fray Vicente Pesquera,
a quien se le dio el nombramiento de Primer Cura Provisional mientras llegaba
el enviado expresamente a ocuparse de la ahora llamada Nueva Parroquia de
Nuestra Señora de la Asunción de Acaponeta.
En enero de 1799, llegó a esta
Villa el Sr. Cura Propio P. Don Francisco Ignacio Roxas (1799-1802) para
sustituir al Cura provisional Fray Vicente Pesquera, quien al llegar encontró
un Templo inconcluso, resignándose a utilizar la vieja e incómoda capillita en
las faldas del hoy llamado Cerro de la Glorieta que era tan pequeña, que
quienes iban a la Celebración Eucarística, tenían que estar parados a la
intemperie o debajo de los árboles.
El Padre Roxas tuvo necesidad de
solicitar a las familias piadosas, que lo invitaran a instalarse en una casa
particular, pues el ruinoso y rústico edificio que servía como Convento y
habitación, estaba totalmente destechado y en ruinas. Desde que llegó, de
inmediato se dio a la tarea de organizar la nueva Parroquia y continuar los
trabajos de construcción del nuevo Templo.
Acerca de la construcción del
nuevo Templo, en 1974 el Sr. Cura Don José de Jesús Valencia (+), en el Boletín
Eclesiástico de ese año, escribió que: “La construcción data del siglo XVIII
colocándose la primera piedra en 1781. El estilo, según el Arquitecto Pedro
Villalpando, era en principio barroco (apartándose del clásico)", estilo que
desafortunadamente ha ido perdiendo debido a las modificaciones impuestas por
circunstancias imperantes.
Así por ejemplo, el altar mayor
fue demolido y al construir el nuevo, se cambió el estilo tal como lo leemos en
el Libro de Gobierno (Archivo Parroquial): “Se comenzó la obra del Altar Mayor
el 15 de septiembre de 1789, dando principio por tumbar el altar viejo. Dejó en
lugar del estilo churrigueresco que tenía, el gótico oriental, con capiteles en
las columnas egipcias o de palmera”. (Libro de Gobierno No. 3, página 66,
escrito realizado por el Sr. Cura Don Gorgonio Alatorre).
Los Curas Párrocos que
continuaron con las obras de construcción del nuevo Templo hasta su
terminación, fueron: P. Francisco Ignacio Roxas (1799-1802), P. Antonio García
(1802-1803), P. Juan Francisco Rubio (1803-1806), P. Manuel de Loera (1806), P.
José María González Munguía (1806-1807) y el P. José Lucio de Osorio
(1807-1811).
Fue el Padre Don José María
González Munguía quien por fin terminó los trabajos de construcción del nuevo
Templo, pero se tuvo que ir en mayo de 1807, tocándole al nuevo Párroco Don
José Lucio de Osorio que llegó en su lugar, proceder a organizar la ceremonia
para su inauguración.
Considerando el nuevo Párroco que
el Templo estaba bajo la protección y dedicado a Nuestra Señora de la Asunción,
decidió escoger para ese magno evento, la fecha del 15 de agosto de ese año. Al
llegar la fecha esperada, Acaponeta se vistió de fiesta ya que se contó
casualmente con la presencia del Subdelegado de la Jurisdicción de Acaponeta
Don Antonio Saim de la Hoz.
Se celebró Misa Solemne de Acción
de Gracias con repique de campanas que duró más de una hora, a la que
asistieron miles de indios y mestizos que vinieron de los pueblos cercanos al
épico acontecimiento quienes junto con los españoles, soldados y criollos
residentes, llenaron el nuevo Templo y la explanada destinada para
plaza-jardín.
Hubo castillo, juegos pirotécnicos,
bailables típicos que los naturales realizaban sobre las tarimas llamadas
Mariachis, vendimias, carretas adornadas con flores y muchas cosas más con lo
que los acaponetenses demostraron su alegría y entusiasmo durante alrededor de
3 días, y así quedó terminado e inaugurado el mismo Templo Parroquial que hoy
tenemos y que en este mes de agosto de 2018, estará cumpliendo 211 años.
El Templo se construyó, como está
establecido en los reglamentos y costumbre de la Iglesia Católica y como son la
mayoría de los Templos, de frente hacia el poniente. Sus medidas son: 40 metros
de largo, 10 metros de ancho, 14 metros de altura de piedra de cantera con
muros de 2 metros de grosor con una superficie de terreno de 57 metros de fondo
por 22 de frente.
40 años después, el 2 de octubre
de 1847, en la Villa de Acaponeta se sintió un fuerte temblor que dañó muchas
casas, derrumbó algunas y a otras les tumbó techos de teja, bardas y enjarres,
dejando además otras muchas casas y bardas con graves cuarteaduras.
Este fuerte temblor, como muy
pocos se han sentido en Acaponeta, dañó considerablemente la fachada del Templo
Parroquial de estilo churrigueresco que tenía desde 1807, cayéndose casi en su
totalidad. Era entonces Cura Párroco interino el Sr. Cura Don José María Zamudio
(1846-1849), quien por lo mismo, no estaba autorizado a realizar ningún tipo de
obras hasta que llegara un Cura Propio.
En 1849, llegó el Cura Propio Don Crescencio González
(1849-1852) quien de inmediato solicitó el permiso de sus superiores para recabar
fondos e iniciar la reconstrucción, la cual tardó bastante en llegar de manera
que solo alcanzó a iniciar los trabajos que continuó el Cura interino Sóstenes
H. Villalobos (1852) por poco tiempo.
A fines de ese mismo año, llegó
el Cura Propio Don Praxedis Vázquez (1852-1859) que fue quien en 1853 terminó
la obra, con una fachada muy semejante a actual, misma que en 174 años ha
sufrido muchas modificaciones.
Como el Altar mayor del Templo
Parroquial de estilo churrigueresco se hizo de madera de pino recubierta con
pintura y laminillas doradas, muy pronto fue presa de la dañina plaga del
comején al grado de que 72 años después, estaba totalmente podrido y arruinado,
por lo que hubo la apremiante necesidad de que el Sr. Cura Don Gorgonio
Alatorre (1879-1882), procediera a demolerlo para construir uno nuevo.
Acerca de esto, en el Archivo
Parroquial viene el ya antes mencionado escrito del Padre Gorgonio Alatorre, y
reproducido en 1974 en el Boletín Eclesiástico No. 10 por el Sr. Cura Don José
de Jesús Valencia.
En 1882, llegó a Acaponeta como
Cura Interino el Padre Don Buenaventura O’ Connor Navarro (1882-1913) para
reemplazar al Padre Alatorre, encontrando el Templo en muy malas condiciones,
teniendo que utilizar como Casa Cural una rústica casa de teja ubicada atrás
del Templo con muchas carencias y privaciones.
Al año siguiente de su llegada,
el 23 de agosto de 1883, un rayo cayó sobre la torre del campanario destruyendo
la mitad de la cúpula y todo el caracol que servía para subir al coro y al
campanario. Por la urgencia y gravedad del suceso, al Padre O’ Connor solo se
le autorizó la construcción una escalinata provisional al lado sur de la nave
del Templo en el área del Cuadrante (que aún existe funcionando como tal), pero
no recibió autorización para reparar la cúpula del campanario, hasta que
llegara un Cura Propio autorizado.
En lugar de eso, en diciembre de
1892 el mismo Padre O’ Connor recibió el nombramiento de Cura Propio y en 1893,
le fue concedida la autorización para restaurar la torre del campanario y el
caracol, y también en 1896 para iniciar la construcción (por fin) de una
grande, amplia y acondicionada Casa Curato en la enorme explanada que existía
al lado sur del Templo y del Cuadrante, procediendo a colocar la primera piedra
el 30 de septiembre de ese mismo año de 1896.
El P. O’ Connor falleció en esta
ciudad el 23 de junio de 1913, y en su lugar llegó el P. Fermín Dávalos
(1913-1921) él y los siguientes Párrocos Ángel P. Cárdenas (1921-1922), Nazareo
de Jesús López (1922-1925) y Alfredo Rousse (1925-1926), continuaron con la
dicha construcción de la Casa Curato. En el año de 1926, la Casa Curato ya
estaba en pleno uso a pesar de que aún no estaba terminada y tenía comunicación
interna con el Cuadrante y el Templo.
El 24 de febrero de 1925, las autoridades
federales anticlericales se hizo una reforma al artículo 27 de la Constitución
en la que se decretaba que Templos, Seminarios, Conventos, Casas Episcopales y
Casas Curales, pasaban a ser propiedad de la Nación, ordenándose la
expropiación de todas las Casas Curales del país, por lo que, aprovechando esa
disposición, el día 18 de agosto de 1926 el Presidente Municipal Don Luís López
Ortiz, acompañado de varios policías, rurales, algunos masones y un grupo de
militares, se presentaron ante el Sr. Cura Don Alfredo Rousse para exigirle que
entregara la Casa Curato, pues habían recibido la orden de expropiarla,
pidiéndole además que se abstuviera de ejercer sus funciones como Ministro del
Culto y se retirara de inmediato a la vida civil.
Según los escritos del Archivo
Parroquial, este suceso ocurrió el día 18 de agosto de 1926; pero acerca de
esta fecha, existe una notoria pero explicable controversia:
En el libro de Gobierno No. 3 del
Archivo Parroquial, existe un escrito que narra este suceso escrito por el
mismo Párroco Don Alfredo Rousse, elaborado unos días antes de retirarse
definitivamente de Acaponeta para salvar su vida fechado el 18 de septiembre de
1926 y en él menciona lo ya antes dicho, como última anotación que hizo para
proceder enseguida a entregar en custodia los antiguos y valiosos libros de
Gobierno del Archivo Parroquial de Acaponeta a la familia Somellera y a las
dirigentes de la Junta Vecinal presidida por las hermanas Ledón Senz, también
dirigentes de la Asociación de Damas Católicas Guadalupanas de Acaponeta para
su protección y resguardo. En este escrito, menciona la participación del
Presidente Municipal Interino Don Luís López Ortiz, de Don Federico R. Corona,
de Don Juan Espinosa Bávara, del coronel Martínez y otros.
Lo curioso de esto, es que en el
Periódico Oficial del Estado de Nayarit, se menciona que este acto se llevó a
cabo el 13 de mayo de 1928 siendo Presidente de un Concejo Municipal Don Carlos
Mahomed Alí Chumacero (en este periodo de 1927-1928, hubo 6 Presidentes).
Esto se podría explicar de la
manera de que dicha disposición fue decretada desde 1926 sin que existiera aún
la orden de ponerla en práctica, adelantándose varios de los mandatarios
Municipales anticlericales para ejecutarlas de inmediato, a fin de que ya estaba
autorizada.
Es también probable que por lo
mismo se haya destinado el viejo Curato de la Parroquia de Acaponeta a ser
utilizado como cuartel militar, a pesar de que la orden federal era de que se
destinaran exclusivamente para uso de escuelas primarias elementales (de 4
años) y superiores (de 6 años). Esto explica pues, el por qué fue hasta 1928
cuando se desocupó el edificio de militares para acondicionarlo y albergar ahí
a la Escuela Primaria Elemental no. 7 que existía desde 1892, misma que posteriormente
pasó a ser superior designándosele el nombre de Escuela Primaria para varones
Gral. Ignacio Zaragoza, que permaneció ahí alrededor de 60 años.
Así las cosas, tenemos 2 fechas
de la expropiación de la Casa Curato: la asentada por el P. Rousse en el libro
del Archivo Parroquial del 18 de agosto de 1926, y la asentada en el Periódico
Oficial del Estado de Nayarit del 13 de mayo de 1928 y para tratar de dar una
probable explicación, hice y saqué las conclusiones antes mencionadas que dejo
a juicio y consideración del lector.
Y continuando con la riesgosa
situación del Párroco de Acaponeta, unos días después, el Padre Alfredo Rousse
sufrió un fallido atentado contra su vida, por lo se apresuró a irse de
Acaponeta dejando el Templo cerrado y las llaves fueron encargadas a la citada
Junta Vecinal presidida por las hermanas Ledón Sens, dirigentes de la
Asociación Católica Guadalupana en esta ciudad y otras personas.
El cierre del Templo, fue a causa
del decreto nacional del Episcopado Mexicano, ordenando la suspensión de cultos
en todo el país, en protesta por el agresivo Artículo 130 de la Constitución.
Así estuvieron cerrados al Culto los Templos Católicos durante los 3 años que
duró la guerra Cristera, y se volvieron a abrir después de los vergonzosos arreglos,
hasta el 23 de julio de 1929.
Con la llegada a Acaponeta del
nuevo Cura Párroco Don Leandro Rocha (1929-1946), se reabrió el Templo y se
reanudó el Culto religioso. El nuevo Párroco conmemoró el acontecimiento con un
prolongado repique de campanas, la celebración el 1° de agosto de una Misa
Solemne de Acción de Gracias y grandes fiestas populares.
En esas mismas fechas, se
reabrieron los Templos y se reanudaron los Servicios Religiosos en todo el
país, con motivo de los ya citados vergonzosos y humillantes arreglos (si
arreglos pueden llamarse) que hubo entre el gobierno federal anticlerical y el
Episcopado Mexicano.
El Sr. Cura Rocha hizo muchas
mejoras en el Templo, le quitó el viejo piso de ladrillo y le colocó uno nuevo
de cemento pulimentado, construyó los altares laterales que en el 2008 fueron
retirados, quitó la vieja y deteriorada imagen de la Virgen y en su lugar mandó
colocar la nueva de Nuestra Señora de la Asunción donada por el ex Jefe
Político porfirista general Mariano Ruiz en 1931 (un año antes de su muerte)
colocada en el Altar Principal el 15 de agosto de 1933, con Misa Solemne y
grandes fiestas.
Arregló el frontispicio del
Templo colocándole también piso de cemento circundándolo con una barda y rejas
de fierro de punta de lanza de 2 metros de altura con una sola entrada al
frente. En 1940, colocó las imágenes de la Santísima Trinidad al frente en la
parte superior del Altar Mayor, en el acto de coronación de la Virgen de la
Asunción, (mismas que en el 2006 también fueron retiradas por instrucciones del
INAH, ya que tapaban la ventana superior circular de ventilación, provocando
humedad en las paredes).
Quitó en viejo enjarre de la
fachada frontal del Templo y colocó uno nuevo. Construyó también e inauguró
algunas capillas en las comunidades. Por no contar nuevamente la Iglesia con
Casa Cural, el Sr. Cura tenía la necesidad de hospedarse en las casas de
familias católicas piadosas, pues la vieja casa que estaba atrás del Templo que
utilizó el Padre O’ Connor, ya estaba en ruinas.
Las desmembraciones o pérdidas
territoriales que ha tenido la Parroquia de Acaponeta:
En el Boletín Eclesiástico no. 10
de la Parroquia de Acaponeta de julio-agosto de 1974, impreso en México, el
entonces Sr. Cura de Acaponeta Sr. Don José de Jesús Valencia Quintero
(1946-1997), escribió en las páginas 58 y 59, lo siguiente:
“La primera desmembración de la
Parroquia de Acaponeta se llevó a cabo el 1° de junio de 1921. A la Parroquia
de Acaponeta, una de más extensas (4,720.09 Km.2) y florecientes de la Diócesis
de Tepic (Siendo Cura Párroco Don Ángel P. Cárdenas) y sede del tercer
Vicariato Foráneo, se le quitaron 1,047.15 Km.2, lo más rico y fecundo de su
jurisdicción, para formar la que ahora sería la Parroquia de Tecuala.
La segunda desmembración tuvo
lugar cuando S.S. el Papa Juan XXIII, creó la Prelatura Nullius de Jesús María,
el 1° de noviembre de 1962. Se le tomó la Vicaría de Huajicori con una
extensión de 2,441.88 Km.2, junto con los pueblos de Quiviquinta, Santa Cruz,
Saycota, La Laguna, San Pedro de Honor, San Blasito y otros, para formar la
naciente Prelatura.(Nuevamente con Padres Franciscanos).
Así, la hoy Parroquia de
Acaponeta que siglos atrás ejerció su Jurisdicción Eclesiástica desde Sentispac
hasta Culiacán, (cuando era Convento-Guardianía franciscana), hoy se ve
reducida a menos de la cuarta parte, quedándole tan solo una extensión
territorial de 977.5 Km.2.”
Esta información, se encuentra
también consignada en los llamados Libros de Gobierno del Archivo Parroquial.
El día 30 de abril de 1941, el
Sr. Obispo de la Diócesis de Tepic Dr. Don Anastasio Hurtado Robles, acompañado
del Párroco Don Leandro Rocha y su auxiliar el Vicario Cooperador Pbro. Don
Juan Guardado Cisneros, vino a esta Parroquia de Acaponeta para realizar la
Consagración de la Iglesia Parroquial, realizándose para ello una Misa
Concelebrada.
Hubo grandes celebraciones como
era ya costumbre de parte de los católicos acaponetenses: Juegos pirotécnicos
como un vistoso castillo, torito, buscapiés, el viejo de la danza y otros.
Aparte de las danzas en las citadas tarimas-Mariachi, kermeses, vendimias, palo
encebado y otras cosas más, se juntaron estas festividades con las de la fiesta
del Sr. San José.
El 9 de octubre de 1943,
Acaponeta sufrió la primera de las 3 más grandes inundaciones del siglo XX
viéndose el Padre en la necesidad de aceptar mucha gente damnificada en el
Templo y en el Cuadrante, y de convertirse en activo gestor auxiliar del
Presidente del XIV H. Ayuntamiento Municipal el Sr. Luís Estrada Mora para
conseguir agua, alimentos, medicinas y alojamiento para los afectados, mientras
llegaba la ayuda exterior.
El 11 de octubre de ese año, el
Sr. Cura Rocha envió un propio a Huajicori solicitándole al Párroco que nos
prestara la imagen de Nuestra Señora del Santo Rosario, mejor conocida como La
Virgen de la Candelaria, para pasearla el día 12 por las calles de Acaponeta en
agradecimiento por haber salido bien librados de la pasada inundación, y
regresarla al día siguiente, a lo que el encargado de esa Parroquia accedió
amablemente ofreciéndose además a acompañarlos.
El día 11, a las 4 de la mañana,
salió a pie una procesión de alrededor de 300 personas rumbo a Huajicori
encabezada por el Sr. Cura Don Leandro Rocha, llegando a ese lugar como a las
8. Al llegar, fueron cordialmente recibidos por el Párroco y cuando ya se
disponían a ir a bajar la Imagen de su pedestal, llegó una turba de alrededor
de 50 huajicorenses gritando: - “¡Los de Acaponeta nos quieren robar la Virgen,
y no lo vamos a permitir!” – y empezaron a lanzar piedras y pedazos de ladrillo
acompañados de gritos y palabras ofensivas, dando uno de esos proyectiles en la
frente del Sr. Cura Rocha que le provocó una herida sangrante.
De inmediato, el Sr. Cura de
Huajicori trató de calmarlos y de explicarles cómo eran las cosas, pero no lo
escucharon y también fue brutalmente agredido. Al ver esto, el Sr. Cura Rocha
ordenó a sus acompañantes que se regresaran de inmediato sin responder a la
agresión, volviéndose sobre sus pasos tristes y a la vez molestos por la
salvaje y agresiva recepción que les hicieron ese día los de Huajicori.
Como consecuencia de esto, el Sr.
Obispo Anastasio Hurtado Robles se molestó mucho, procediendo a cambiar de
Parroquia al Sr. Cura Rocha, y a los huajicorenses se les retiró al Párroco y
mandó cerrar el Templo, dejando a la población sin culto religioso por un año
como severo castigo por esa tan irresponsable y reprobable actitud hacia un
Ministro Religioso y sus acompañantes.
En efecto, el 20 de enero de
1944, por ese grave incidente ocurrido en Huajicori, el Sr. Cura Rocha fue
cambiado a la Parroquia de la Basílica de Talpa de Allende y en su lugar llegó
el 1° de febrero el nuevo Párroco Don Pedro Macedo (1944-1946), llegando
también como Vicario Cooperador auxiliar el 28 de junio, el Padre Don José de
Jesús Valencia Quintero.
El 10 de octubre de 1946 falleció
en Toluca el Padre Macedo a los 33 años de edad víctima de penosa enfermedad, y
fue el Padre Don José de Jesús Valencia quien se encargó de mandar traer su
cuerpo para ser sepultado en este lugar.
La llegada por el ferrocarril de
sus restos el día 13, fue una de las más grandes manifestaciones de amor y
cariño hacia su Párroco por parte de los católicos de Acaponeta, pues lo
acompañaron cerca de 5 mil católicos desde que llegó a la Estación del
Ferrocarril por la Av. México, hasta el templo Parroquial para allí celebrar una Misa de cuerpo presente y de ahí trasladarlo hasta el Panteón Municipal, en donde
reposan sus restos hasta el día de hoy.
El 2 de septiembre de 1947 fue
nombrado Cura Ecónomo Vicario de ésta Parroquia en forma provisional, y el 15
de octubre de 1949, en lugar de llegar a ocupar su lugar un nuevo Cura Propio,
le llegó a él su nombramiento del nuevo y ya definitivo Cura Propio de la
Parroquia de Acaponeta, expedido por el Sr. Obispo de la Diócesis Don Anastasio
Hurtado Robles. Él no lo sabía, pero estaba destinado para quedarse aquí el
resto de su vida.
En cuanto recibió su nombramiento
y ya con esa autoridad, solicitó y obtuvo autorización de realizar varias
mejoras en el Templo, entre ellas: Quitó la barda y enrejado de fierro del
atrio y con el apoyo del H. Club Rotario, le quitó el piso de cemento y colocó
otro de mosaico; cambió el piso de cemento de la nave del Templo también por
otro de mosaico que aún existe, restauró y recubrió de azulejo la cúpula del
campanario, restauró la antigua y humilde casa de teja en ruinas de atrás del
Templo para seguirla usando como Casa Curato, remodeló la Sacristía, colocó
piso nuevo en el Altar con losas de granito color tinto, reforzó las paredes
laterales de la nave del Templo subiendo varios metros más los pilastrones de
piedra exteriores en los que mandó colocar en la parte de arriba, fuertes
tirantes de acero de lado a lado, pues el techo amenazaba ya con desplomarse;
pero sin duda, la obra cumbre de este Párroco que superó la de sus antecesores,
fue la construcción del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en el llamado
Barrio de la Capilla, de 1948 al 2000. Construyó el anexo del Santuario llamado
“Casa Cristo Rey” y fundó el Colegio Católico P. Buenaventura O’ Connor hoy
casi extinguido.
A él le tocó la titánica labor de
dar auxilio a muchos damnificados durante la segunda y mayor de las habidas en
el siglo XX, la gran inundación
Por su delicada salud y su edad,
fue retirado del control de la Parroquia por el Sr. Obispo Don Humberto Robles
Cota el 15 de julio de 1997, dándole el nombramiento de Cura Emérito adscrito a
la Parroquia de Acaponeta y el título de Monseñor. A partir del 7 de agosto de
1997, quedó a cargo de la Parroquia el nuevo Cura Propio Don José de Jesús
Enríquez Flores (1997-2008).
El Sr. Cura y Monseñor Don José
de Jesús Valencia murió en esta ciudad el 28 de julio de 1999, después de haber
estado 53 años en esta ciudad y sus restos fueron depositados en el interior
del santuario Guadalupano, por ser la máxima obra que realizó en su vida.
El Sr. Cura Enríquez, desde que
llegó a encargarse de esta Parroquia, inició la remodelación total del
Cuadrante anexo al Templo y la construcción del nuevo edificio de 2 plantas
atrás del Templo para que por fin, después de 73 años, esta Parroquia volviera
a tener Casa Curato cuyos planos fueron diseñados por el Arq. Roberto Chávez
Gradilla, quedando a cargo de la dirección de su construcción, el Arq. Sergio
Tirado Sánchez, ambos acaponetenses.
La obra se terminó y fue
inaugurada por el Vicario Visitador Pbro. Don Miguel Agustín Estrada el domingo
26 de septiembre de 2004. Antes de irse de Acaponeta, inició los trabajos de
restauración de la ya muy dañada decoración de la bóveda del Templo.
El 5 de junio de 1999, se llevó a cabo la primera reunión en
la Casa de la Cultura para dar a conocer a las Autoridades Eclesiásticas y a la
ciudadanía, el resultado de los estudios realizados hasta esa fecha para
detectar y valorar el gran deterioro interior y exterior del Templo Parroquial.
En esta reunión estuvieron presentes:
Arq. Otilia Castañeda H., Arq. J. Jesús Hernández Padilla y Arq. José A. Flores
Castellanos del Instituto de Investigaciones sobre Centros Históricos; Arq.
Sergio Santos García, Jefe de Planeación del Instituto Tecnológico de Tepic,
del Instituto Nacional de Antropología e Historia (I.N.A.H.) estuvieron los Arq.
Jorge Espinosa Partida, Arq. Leonardo Silva Verdín y Arq. Yamil A. Pérez Solano.
Por parte de la ciudadanía
Acaponetense, Sr. Cura Don José de Jesús Enríquez Flores, C. Presidente
Municipal del XXXIV H. Ayuntamiento Sr. José Chávez Rodríguez, Arq. Sergio
Tirado Sánchez, Director de la Junta Vecinal, Arq. Roberto Chávez Gradilla,
Profa. Lucila Hernández Arciniega, Ana Ma. Gutiérrez Rentería, Néstor Chávez Gradilla, Lic. José
Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo, Roberto Espinosa G., Roberto Vivanco Zamudio,
Felipe Ledón Contreras, Trinidad García E., y otros. Después de esta importante
reunión en la que ya se contemplaba el revestimiento total del exterior de
piedra del Templo, hubo otras más.
Con el dinero reunido con grandes
esfuerzos por parte de los Grupos Católicos, los trabajos de restauración y
recubrimiento del exterior del Templo comenzaron en enero de 2006 bajo la
dirección y cuidado de los arquitectos designados por el I.N.A.H., calculándose
un costo total de los trabajos de $4 millones 223,627.51 pesos para terminarse
a más tardar en 3 años, en los cuales todos los grupos católicos tuvieron que
darse a la exhaustiva tarea de reunir ese dinero.
Con el tiempo, muchos
acaponetenses locales y que venían de vacaciones, externaron su gran malestar y
disgusto por el recubrimiento de las paredes de piedra, pero se les dijo que en
las varias reuniones que hubo en la Casa de la Cultura con los arquitectos y
funcionarios del I.N.A.H., en las que se nos hizo saber que por desgracia, el
Templo había sido construido con piedra de cantera rosa que, con el paso de los
años al contacto directo con el aire, acababa convirtiéndose en polvo. Estos
trabajos se terminaron en su primera etapa en diciembre de ese mismo año.
Como cada que había un importante
evento religioso, la Iglesia se veía en la forzosa necesidad de solicitar
sillas prestadas o rentadas, en octubre de 2006 El Eco de Nayarit promovió una
exitosa campaña para reunir una cantidad de dinero que sería destinado para la
compra de 300 sillas blancas de plástico, campaña que terminó siendo un éxito y
a fines de noviembre, la Sra. Consuelo Guerrero de Sáizar, le entregó el dinero
al Sr. Cura Don José de Jesús Enríquez quien de inmediato procedió a
comprarlas.
En marzo de 2007, El Eco de
Nayarit inició nuevamente otra campaña para solicitar apoyo económico, fondos
que serían destinados a la total restauración de las principales imágenes del
Templo Parroquial y en mayo, la Sra. Consuelo de Sáizar le entregó al Sr. Cura
Enríquez la cantidad de 50 mil pesos con los que pudo iniciar dichos trabajos.
Con el tiempo hubo más aportaciones, terminándose la obra a finales de ese
mismo año, habiéndose realizado una concienzuda labor artística finamente
elaborada.
A fines de 2007, el Sr. Cura
Enríquez contrató a los restauradores profesionales de Guadalajara Elpidio
Zavala Carrillo y su auxiliar Jesús Velázquez Rodríguez para que iniciaran los
trabajos de la total restauración de los murales decorativos del interior del
Templo (mandados pintar por el Sr. Cura Rocha en 1930) ya muy dañados por el
salitre y la humedad, pero por decisión del Sr. Obispo Humberto Robles Cota, el
Sr. Cura Enríquez tuvo que irse de Acaponeta, dejando iniciada la obra para que
la continuara su sucesor.
En efecto, el Sr. Cura Don José
de Jesús Enríquez fue retirado de la Parroquia de Acaponeta para irse a Talpa
de Allende Jalisco el 27 de marzo de 2008, y en su lugar llegó el nuevo Párroco
Sr. Efraín Martínez Delgado (2008-2012), quien continuó con las obras de
restauración del decorado artístico de la bóveda, trabajo realizado por los
mismos ya anteriormente citados restauradores profesionales jaliscienses, del
año 2008 al 2010. El Sr. Cura Efraín Martínez Delgado estuvo al frente de la
Parroquia de Acaponeta poco más de 4 años, hasta que fue retirado el 1° de
octubre de 2012.
El 6 de octubre de 2012, llega a
esta ciudad el nuevo Cura Propio Don Felipe Gómez Huitrón a ocuparse de esta
Parroquia y desde que llegó, se echó a cuestas con la voluntaria y entusiasta
colaboración de los católicos, la total restauración del interior del Templo
Parroquial bajo la supervisión del Instituto Nacional de Antropología e
Historia (I.N.A.H.) para lo cual contrató nuevamente al restaurador profesional
Elpidio Zavala y a su auxiliar.
Se restauraron las partes
dañadas, se remozaron las demás imágenes, se cambió el piso del atrio del altar
por otro de mármol (Abril 7 de 2016), se reconstruyó y remodeló la Sacristía,
el pórtico de cedro de la puerta de entrada frontal, el portón de entrada, el
Bautisterio, se retiraron las viejas bancas para 4 personas que existían desde
los tiempos del Sr. Cura Rocha (1930-31) y para reemplazarlas, mandó hacer
otras 44 nuevas de cedro para 6 personas y 2 reclinatorios frontales, que
fueron terminadas e instaladas el día 3 de noviembre de 2015.
El jueves 10 de agosto de 2017,
se retiró definitivamente la mesa del Altar principal para en su lugar instalar
uno nuevo de mármol blanco, siendo bendecido y consagrado ese mismo día por el
Sr. Obispo Don Luís Artemio Flores Calzada, quien vino a invitación de la
Parroquia a Acaponeta y celebró Misa Solemne Concelebrada acompañado de los
Sacerdotes Sr. Cura Don Felipe Gómez Huitrón, P. Domingo Méndez, P. José de
Jesús Enríquez Flores, P. José Aguiar Rodríguez, el Padre Bachis de Quimichis y
otros.
Ignoro el destino que se le vaya
a dar a la anterior Mesa del Altar que fue obsequiada y colocada en agosto de
1965 por los primeros miembros fundadores del Movimiento de Cursillos de
Cristiandad Sres. Mario Corona Martínez +, Enrique Vázquez Jiménez +, Héctor
Algarín González, Néstor Chávez Gradilla, Oriol Soto Ahumada +, Salvador Barrón
López, José Luís Martínez Ulloa, David Ernesto Sierra Martínez +, Cuca Sáenz de
Corona +, Victoria Arce Viuda de Casas +, Consuelo Espinosa de Algarín +, Paz
Olivo de Vázquez + e Inocencio Suárez García auxiliados por los Presbíteros
Vicarios Auxiliares Luís María Güereña y Teodoro Alcaraz Espericueta, con
apoyos y la generosa cooperación de comerciantes, agricultores, ganaderos y
muchos fieles católicos de Acaponeta.
El gasto que se hizo, incluyendo
la traída, fue superior a los 50 mil pesos de aquellos años. Esa pesada mesa
junto con una tarima, todo de madera de venadillo, se mandaron hacer y la
trajeron desde Concordia Sinaloa, en la camioneta del Sr. Alfonso Vega (de
Tuxpan) y lo acompañaron el Padre Alcaraz, Tomás Navarro y Enrique Vázquez. Ya
en esta parroquia, Mesa-Altar y tarima se instalaron en el Templo en la citada
fecha y fue bendecida el 15 de agosto de ese mismo año por el Sr. Cura Don José
de Jesús Valencia Quintero, para permanecer en el Altar durante casi 52 años.
En el centro de la parte superior de la citada Mesa-Altar de
madera, posteriormente se insertó una placa de mármol de aproximadamente 30 X
40 Cms. Con una leyenda que dice: “Consagrada por el excelentísimo Sr.
Arzobispo Don Francisco Javier Nuño el 14 de junio de 1957” o sea, casi 12 años
después de haberse instalado.
Al lado frontal de la pesada mesa, se colocó con letras
doradas la siguiente frase bíblica: “HACED ESTO EN MEMORIA MÍA”. Es conveniente
hacer del conocimiento de los lectores que antes de haberse instalado esta
Mesa-Altar de madera en el Templo, no existió ninguna otra, pues hasta ese año
en que se clausuraron los trabajos del Concilio Vaticano II, antes el Sr. Cura
Valencia daba las Misas de espaldas al público y en latín.
Fue precisamente por lo establecido en uno de los acuerdos
de dicho Concilio de que, a partir de ese año de 1965, ya las Misas fueran de
frente al público y en el idioma local, por lo que los integrantes del grupo de
fundadores en esta ciudad del Movimiento de Cursillos de Cristiandad decidieron
movilizarse activamente para que lo antes posible, el Templo Parroquial contara
ya con esa Mesa-Altar.
Al día de hoy, aún continúa al frente de la Parroquia de
Nuestra Señora de la Asunción el Sr. Cura (No. 42) Don Felipe Gómez Huitrón,
quien pasará a la historia regional como uno de los que más trabajaron por la
remodelación y embellecimiento del Templo Parroquial de Acaponeta.
Actualmente, al escribir este artículo (julio 2018) la
Parroquia de Acaponeta está bajo la dirección del citado Sr. Cura Don Felipe
Gómez Huitrón, quien cuenta con los Sacerdotes auxiliares P. José de Jesús
Enríquez Flores, Domingo Méndez, José Aguiar Rodríguez y Rigoberto Robles
Almaraz.
Cuenta además con el valioso apoyo de los siguientes grupos
parroquiales: Movimiento de Cursillos de Cristiandad, grupos de Retiros
Espirituales Misioneros, 22 Centros Bíblicos en barrios y colonias, Grupo de 28
voluntarios de pláticas pre Sacramentales, grupo de catequistas voluntarios,
varios Ministros laicos de la Palabra y de la Comunión, la Legión de María, el
E.P.A.B., El grupo de jóvenes Católicos de la Parroquia de Acaponeta y otros.
Listado de los Sres. Curas Párrocos habidos en Acaponeta
desde 1798 hasta el día de hoy:
Fray Vicente Pesquera, Cura provisional (1798-1799).
Francisco Ignacio Roxas (1799-1802).
Antonio García (1802-1803).
Juan Francisco Rubio (1803-1806).
Manuel de Loera (1806- ).
José María González Munguía (1806-1807).
José Lucio de Osorio (1807-1811).
Anastasio López Heredia (1811-1813).
José María Covarrubias (1813-1814).
Bernardo Tello Orozco (1814-1822).
José María Ledón (1822- ).
J. Guadalupe Mancillas (1822-1830).
Ignacio Aguilera (1830-1833).
José María de los Ríos (1833-1836).
José Rito de la Serna (1836- ).
J. Guadalupe Mancillas (2ª. Vez) (1836-1841).
Marcos Pérez González (1841-1846).
José María Zamudio (1846-1847).
Crescencio González C. (1847-1852).
Sóstenes H. Villalobos (1852- ).
Praxedis Vázquez Ruiz (1852-1859).
Sebastián Agraz Díaz (1855-1859).
José Guadalupe Cuellar (1859-1862).
Ignacio Ayala Ramírez (1862-1865).
Ramón Muñoz Medina (1865-1867).
Andrés Álvarez López (1867-1868).
Ramón Zamora Hernández (1868-1874).
Sebastián Agraz Díaz (2ª. Vez) (1874-1876).
Abundio Anaya Gómez (1876-1877).
Esteban Balcázar R. (1877-1879).
Gorgonio Alatorre (1879-1882).
Buenaventura O’ Connor Navarro (1882-1913).
Fermín J. Dávalos (1913-1921).
Ángel P. Cárdenas (1921-1922).
Nazareo de Jesús López (1922-1925).
Alfredo Rousse (1925-1926).
Leandro Rocha (1929-1944).
Pedro S. Macedo (1944-1946).
José de Jesús Valencia Quintero (1946-1997).
José de Jesús Enríquez Flores (1997-2008).
Efraín Martínez Delgado (2008-2012).
Felipe Gómez Huitrón (2012, al día de hoy).
FUENTES INFORMATIVAS:
Archivo Parroquial. Boletín Eclesiástico No. 10. Agosto de 1974. Entrevistas personales con el Sr. Cura Valencia. Archivo Personal. Diversas publicaciones acerca de este tema, que conservo
en mi archivo.
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