sábado, 11 de agosto de 2018

HISTORIA DEL TEMPLO DE NUESTRA SRA. DE LA ASUNCIÓN DE ACAPONETA DESDE SU FUNDACIÓN





SUCEDIÓ EN ACAPONETA

Agosto 11 de 2018 (Néstor Chávez Gradilla [Cronista del Municipio de Acaponeta]):- Para hablar de los orígenes más remotos referentes a la fundación del Templo Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Acaponeta, es necesario remontarnos hasta los tiempos de la llegada de los conquistadores españoles, cuando por primera vez entre los indígenas sometidos, se escuchó hablar de la evangelización cristiana por medio de los Misioneros Franciscanos que vinieron con ellos.

En efecto, en el mes de julio de 1530, en medio de un intenso calor, lluvias torrenciales y arroyos crecidos, llegaron a la región de lo que hoy es el norte de Nayarit los conquistadores españoles comandados por el Gobernador de la Real Audiencia de la Nueva España, el capitán Nuño Beltrán de Guzmán, atacando y derrotando a todos los pueblos indígenas en su trayectoria desde su salida de la ciudad de México, sin sufrir una sola derrota.

Ya en otros artículos históricos se ha hablado de sucesos como: La llegada de Nuño de Guzmán a Acaponeta a la que encontró totalmente despoblada; Del ataque de los españoles a la floreciente ciudad de AZTATLÁN y de la desastrosa derrota de su defensor, el Motécatl o capitán de guerreros llamado Corinca.

Del fin definitivo de la grandeza y poderío de los 4 grandes Hueytlahtoanazgos que conformaban la gran Confederación Chimalhuacana, que a partir de ese año desapareció para siempre, después de más de 800 años de existencia.

De la terrible inundación del río Acaponeta del 20 de septiembre de 1530 que casi acabó con Nuño de Guzmán y su ejército y que arrasó totalmente a todos los pueblos ribereños entre ellos la otrora poderosa ciudad de AZTATLÁN y que ahogó a más de 30 mil indígenas amigos y enemigos.

De la ruina del ejército español después del desastre, de su recuperación después de haber recibido el apoyo solicitado a México y de su viaje a continuar la conquista en tierras hoy sinaloenses.

De los inicios de la evangelización cristiana por misioneros Franciscanos en esta conquistada y sometida región.

Después del regreso de Guzmán a estas tierras, ordenó al Padre Fray Juan de Padilla y a sus auxiliares Fray Bernardo de la Torre y Fray Juan de Vadillo, que de inmediato iniciaran la labor de evangelización en toda la región conquistada por él, desde el extinguido Hueytlahtoanazgo de Xalisco hasta Teocolhuacán (Culiacán).

También ya en otros escritos hablé de la fundación de los Conventos en esta zona de 1531 a 1580, periodo en el que se fundaron los Conventos de Xalisco (1540), Sentispac (1569), Acaponeta en 1580 y otros, con el objeto de facilitar más la labor de evangelización de los indígenas de esta extensa región.

Acaponeta, desde 1531, estuvo recibiendo visitas muy espaciadas, 5 o 6 veces por año de 3 a 6 días cada una, visitas que de ninguna manera eran lo suficientemente productivas como se hubiera querido, pues las escasas enseñanzas recibidas pronto se olvidaban, y ellos seguían en sus viejas y ancestrales costumbres de idolatría, salvajismo y supersticiones.

Ya también varias veces he mencionado en mis escritos que, a principios del año de 1580, llegaron al poblado de Acaponeta los Padres Fray Andrés de Medina y sus auxiliares Fray Miguel de Herrera y Fray Francisco de Clavijo acompañados del capitán Don Luís Ponce de León con 8 soldados arcabuceros, con la consigna de construir y fundar en este lugar de indios “caponetas,” un nuevo Convento Guardianía, un Templo franciscano, y por parte de los militares, un Fuerte-Presidio y sus casas.

En el mes de julio se terminaron de construir con mano de obra indígena y Fray Andrés de Medina, designado como primer Guardián fundador, escogió la fecha del 15 de agosto de ese año, para dedicar esa Misión Franciscana a la Santísima Virgen María, en su advocación de Nuestra Señora de la Asunción.

La razón de esto, era que traía consigo una pequeña imagen de la Virgen, que colocó ese mismo día en el altar del rústico Templo construido de piedra, adobe crudo y techo pajizo o de palma. La inauguración se llevó a cabo en esa fecha, en la que el Padre Medina acompañado de sus auxiliares, la celebró con una Misa Solemne de Acción de Gracias (hace ya 438 años).

En notable historiador Don Antonio de Ciudad Real en su obra “Tratado curioso y docto de las grandezas de la Nueva España”, nos dice que en el año de 1587, el Padre Visitador Fray Alonso Ponce, hace una breve descripción del rústico Templo-Convento de Acaponeta en aquellos años:

El Convento de Acaponeta cuya vocación es de la Asunción de Nuestra Señora, es una casita vieja y pequeña de aposentos bajos hecha de adobes con Iglesia, cubierto todo de paja, y suelen morar allí dos Frayles, pero entonces no había más que uno”.

Según lo dicho por el Padre Ponce, los edificios de los Templos y Conventos construidos en aquellos años, eran por lo general edificaciones muy rústicas que en poco tiempo se arruinaban por lo que frecuentemente había que restaurarlas o construirlas de nuevo, lo que, según el informe dado por el visitador, es de suponerse que muy pronto se procedió a reacondicionar ese deteriorado Templo-Convento, ya casi en ruinas apenas siete años después de haberlo construido su fundador el Padre Fray Andrés de Medina.

En el año de 1593, el Guardián del Convento de Acaponeta Fray Pedro Gutiérrez y su auxiliar Fray Clemente de La Cruz con la anuencia de las autoridades eclesiásticas, solicitaron al Virrey Don Luís de Velasco (hijo) que el Convento-Guardianía de Acaponeta dejara de considerarse como simple poblado y se le concediera pasar a la categoría de Villa.
De esa manera se podía contar con más y mejores apoyos y un mayor número de soldados arcabuceros para el mejor resguardo de los constantes ataques de los coras y chichimecos salvajes de la sierra.

Meses después llegó a Acaponeta el capitán Don Juan Ochoa Arámburu con una carta del Virrey en la cual se establecía que a partir de la fecha de la carta: 13 de abril de 1594, el poblado de Acaponeta pasaba a la categoría de “Villa de Nuestra Señora de la Asunción de Acaponeta”, mencionando además que el dicho capitán Ochoa, queda en éste lugar con el nombramiento de Alcalde Mayor.

El dicho capitán llegó acompañado de 20 soldados arcabuceros y con un gran cargamento de regalos entre víveres, ropa, telas, cobijas, sandalias, implementos de trabajo y de labranza y muchas cosas más, para regocijo y alegría de los indios y mestizos residentes en este lugar.

Después de la llegada del nuevo Alcalde Mayor, a los 10 días arribó nuevamente a esta nueva Villa el Padre Fray Andrés de Medina fundador del Convento 14 años atrás, con otra gran cantidad de regalos enviados por el Virrey, para quedarse aquí por los siguientes 9 años. Por el hecho de haber sido nombrada Villa, Acaponeta no dejaba de ser Guardianía.

El 23 de abril de 1617, se llevó a cabo en la Nueva Vizcaya (Durango) y en la Nueva Galicia el gran levantamiento rebelde armado contra la dominación española, de la otrora grande y poderosa nación tepehuana acaudillada por un líder llamado Gogoxito. Ese mismo día, después de destruir e incendiar Quiviquinta y Huajicori, entraron a Acaponeta en donde arrasaron, saquearon e incendiaron la Villa.

El rústico templo, quedó totalmente destruido, logrando los Padres Fray Francisco de Morga, Fray Diego Luciano y Fray Antonio Ramos salvarse de milagro logrando rescatar algunas imágenes, ornamentos y objetos sagrados, refugiándose en el Fuerte-presidio militar al mando del capitán Don Luís Ponce de León con 20 soldados, en donde también acogieron a las mujeres y los niños.

El resto de los habitantes, los que pudieron escapar de la matanza, se internaron en los montes. Recordemos que el Capitán Ponce de León ya había estado en 1580 en Acaponeta, acompañando al Padre Medina en la fundación del Convento-Guardianía.

En esa ocasión, ocurrió el siguiente curioso suceso: Viendo los españoles por las mirillas del fuerte que los salvajes tepehuanos intentaban quemar una imagen de Cristo Crucificado arrastrándolo con mecates por el fuego, al soldado Cristóbal de Lerma le ardió la sangre y tomando su arcabuz, hizo un disparo a unos 20 metros de distancia con tan buena puntería, que abatió y mató al indio profano que jalaba el mecate, para luego montar en su caballo y salir del fuerte con la espada en la mano cosa que imitaron los demás, admirados por la audacia de su compañero, montaron también en sus caballos y salieron a combatir a los rebeldes, matando a varios y haciendo huir a los demás.

La tradición oral nos dice que los españoles recogieron los restos parcialmente quemados de la imagen de Cristo Crucificado, y los guardaron en un cofre de madera, para posteriormente mandarlo restaurar.

El Sr. Cura Valencia afirmaba que 333 años después, encontró esos restos en una casa en San José de Gracia, con un viejo papel semi destruido y poco legible. Conociendo la leyenda, lo limpió lo más que pudo, le puso una nueva Cruz nueva y lo colocó para la veneración de los creyentes en el lado poniente de la entrada del Santuario Guadalupano, con la leyenda “El Cristo Milagroso” y un breve relato de lo ocurrido en 1617 en Acaponeta.
Se cree que la pequeña imagen de Nuestra Sra. De la Asunción colocada 37 años atrás por el Padre Fray Andrés de Medina, fue reducida a cenizas durante el incendio del Templo-Convento. En este año de 2018, se están cumpliendo 401 años de aquel épico suceso.

En la Villa de Acaponeta, aún asentada al otro lado del río, eran muy frecuentes las inundaciones ocasionadas por el desbordamiento del río, situación a la que los indios caponetas ya estaban acostumbrados, pero no los españoles. Por lo mismo, los naturales construían sus chozas muy sencillas, fácilmente reconstruibles y ante la creciente de las aguas, ellos simplemente se llevaban sus canoas, familias, víveres y escasas pertenencias a los cerros cercanos.

En 1744, era Alcalde Mayor el capitán Don José de Haro y Bracamontes, Guardián del Convento Fray Blas Martínez y auxiliar el Ministro Predicador Fray José Valdés, encargados de la visita ordinaria de los pueblos Olita, San Juan de Tequala, Nuestra Señora de la Navidad de Sayulilla, San Joseph de Gracia, San Diego de Alcalá, Ayoacán, San Francisco del Caymán, San Phillipe Aztatlán, Nuestra Señora de la Purísima Concepción de Itztapilla, Totorame, Los Sandovales, Real de Minas de El Motaje, Real de Minas de El Oro y otros.

En ese año, se desbordó el río provocando una terrible inundación que arrasó la Villa de Acaponeta, no dejando ni cimientos ni nada. Los indígenas y los españoles, cargaron con sus escasas pertenencias a los cerros cercanos y los misioneros con las imágenes, la campana, los objetos sagrados y los ornamentos. Dice un escrito sacado de los libros del Archivo Parroquial:

El 18 de enero de 1744, el río se salió de madre y destruyó los pueblos de Picachos, Milpillas, Quiviquinta, El Caymán, Guaxicori, (dañados por el huracán) San Joseph, San Phillipe, Sayulilla, San Juan de Tequala, San Diego y Acaponeta; del Templo lograron salvarse algunos ornamentos, imágenes y lo necesario para impartir la Santa Misa.

De las chozas de los indios no quedó nada y la iglesia y Convento quedaron muy dañados e inservibles. Alcalde Mayor, soldados, religiosos y ministros vivíamos mientras en unos jacales luego hechos, como viven los naturales de esta Villa de Acaponeta. Ya se fijó lugar para una nueva Iglesia y Convento que ya se construyen junto con casas y presidio para las autoridades.

La construcción con ayuda de los naturales, va muy diligente y la Iglesia y Convento se hacen con mayor hechura y refuerzos que el anterior. Testigos: José Ruiz y Diego Billela, vecinos de esta Villa”.

Al pasar el desastre, los españoles, los franciscanos y los indios bajaron de los cerros. Por parte de los indios caponetas, estos se dedicaron de inmediato a reconstruir sus rústicas chozas para continuar con su vida ordinaria de pescadores, agricultores, cazadores y exitosos comerciantes; pero por parte de los españoles y misioneros, a ellos les esperaba la ardua labor de reconstruir el Templo y Convento, el fuerte-presidio y sus casas.

Decididos, como lo dice el escrito del Archivo Parroquial, acordaron construir un nuevo Templo-Convento sobre una explanada de 1.5 metros de altura sobre unas lomas más grande y mejor que el anterior, y con ayuda de los indígenas, fue terminado e inaugurado a unos cuantos meses. Al terminar su construcción, mucho más grandes, bonitos y más reforzados, todos quedaron muy satisfechos y contentos, seguros de que tendrían Templo y Convento para muchos años.

De nada valieron esos esfuerzos realizados por los religiosos y los españoles, pues 13 años después en septiembre de 1757, nuevamente asoló la región un tremendo huracán, lo que provocó que se volvieran a desbordar las aguas del río Acaponeta, pero ahora con mucha más fuerza y cantidad de aguas lodosas que la anterior, inundación que arrasó con Acaponeta y todos los pueblos ribereños.

Esta inundación duró más de 24 horas sin que la creciente disminuyera; pero ya cuando todo pasó, de lo que era Acaponeta no quedaron ni los cimientos de las edificaciones ni nada, únicamente una enorme playa en la que los acaponetenses encontraron con llanto y desesperación, miles de osamentas humanas que el río sacó de sus tumbas, sin que fuera posible identificar cuáles eran las de sus seres queridos. Del Templo, Convento, fuerte-presidio y casas de los españoles, a pesar de haber sido reforzadas, no quedó nada.

En la Villa de Acaponeta, aún era Alcalde Mayor el capitán Don José de Haro y Bracamontes. Él, los residentes españoles y los encargados del Convento-Guardianía Fray José de Aguiar y Fray Felipe de la Paz, entendieron que ya no era posible seguir reconstruyendo sus edificios tan cerca de la ribera del río para seguir expuestos a lo mismo, y decidieron buscar otro lugar más seguro.

Después de buscar detenidamente, todos ellos acordaron pasarse al otro lado, al resguardo de los cerros de enfrente. Entre todos, eligieron el largo declive hacia el poniente del hoy llamado Cerro de la Glorieta, por estar situado al lado contrario del empuje de las aguas y ya decidido, a principios de 1758 empezaron a construir nuevamente el Templo-Convento, sus casas, el fuerte-presidio para los soldados y procedieron además a trazar calles y delimitar solares para que en ellos se instalarán los caponetas.

El nuevo Templo-Convento nuevamente se construyó provisionalmente muy rústico, de adobe enjarrado con lodo y techos de paja o palma pues ya se pensaba que en fecha no muy lejana (23 años después), se comenzaría la construcción definitiva de un templo ya grande, de piedra al estilo europeo.

Los indígenas que fueron llamados a ocupar sus solares, no hicieron el menor caso pues estaban renuentes a dejar sus chozas instaladas en las orillas del río, ya que sus principales actividades eran la pesca que era muy abundante y el comercio pluvial sobre canoas, en las que se trasladaban a varios lugares, pues en ese tiempo, el río era más profundo y no tan extendido como lo está hoy.

Así estuvieron por muchos años, hasta que poco a poco los caponetas se fueron viniendo, cuando vieron que ya se estaba construyendo el nuevo Templo y se ocupó mano de obra indígena.

En efecto, 23 años después en enero de 1781, el Guardián del Convento Fray Francisco de San Juan acompañado de su auxiliar Fray José Ventura Güereña y el Alcalde Mayor, mandaron levantar una enorme explanada de 1.5 metros de altura de todo un solar completo para en él iniciar la construcción del nuevo Templo, con la debida autorización de sus superiores.

Ya terminada la explanada, Fray Francisco de San Juan el 15 de agosto de ese mismo año, colocó la primera piedra y el tesoro simbólico iniciando la obra con la instalación de fuertes y resistentes cimientos de piedra de cantera.

Para ese tiempo, ya muchos españoles, criollos, mestizos e indios, se habían instalado en los solares que se delimitaron desde 1758, respetándose la explanada que estaba al poniente del lugar destinado para la construcción del Templo, para ahí instalar posteriormente una Plaza con jardín (hoy, Plaza Miguel Hidalgo).

Los Frailes continuaron con la construcción del Templo hasta el 26 de septiembre de 1798, fecha en que, por decisión de las altas Autoridades Eclesiásticas, todos los Franciscanos de la región, fueron retirados de la zona después de haber estado encargados de la evangelización durante 268 años y en su lugar, se determinó que vinieran Sacerdotes Seculares (sin orden religiosa).

El último Padre Guardián que hubo en Acaponeta del ya extinguido Convento-Guardianía, fue Fray Vicente Pesquera, a quien se le dio el nombramiento de Primer Cura Provisional mientras llegaba el enviado expresamente a ocuparse de la ahora llamada Nueva Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Acaponeta.

En enero de 1799, llegó a esta Villa el Sr. Cura Propio P. Don Francisco Ignacio Roxas (1799-1802) para sustituir al Cura provisional Fray Vicente Pesquera, quien al llegar encontró un Templo inconcluso, resignándose a utilizar la vieja e incómoda capillita en las faldas del hoy llamado Cerro de la Glorieta que era tan pequeña, que quienes iban a la Celebración Eucarística, tenían que estar parados a la intemperie o debajo de los árboles.

El Padre Roxas tuvo necesidad de solicitar a las familias piadosas, que lo invitaran a instalarse en una casa particular, pues el ruinoso y rústico edificio que servía como Convento y habitación, estaba totalmente destechado y en ruinas. Desde que llegó, de inmediato se dio a la tarea de organizar la nueva Parroquia y continuar los trabajos de construcción del nuevo Templo.

Acerca de la construcción del nuevo Templo, en 1974 el Sr. Cura Don José de Jesús Valencia (+), en el Boletín Eclesiástico de ese año, escribió que: “La construcción data del siglo XVIII colocándose la primera piedra en 1781. El estilo, según el Arquitecto Pedro Villalpando, era en principio barroco (apartándose del clásico)", estilo que desafortunadamente ha ido perdiendo debido a las modificaciones impuestas por circunstancias imperantes.

Así por ejemplo, el altar mayor fue demolido y al construir el nuevo, se cambió el estilo tal como lo leemos en el Libro de Gobierno (Archivo Parroquial): “Se comenzó la obra del Altar Mayor el 15 de septiembre de 1789, dando principio por tumbar el altar viejo. Dejó en lugar del estilo churrigueresco que tenía, el gótico oriental, con capiteles en las columnas egipcias o de palmera”. (Libro de Gobierno No. 3, página 66, escrito realizado por el Sr. Cura Don Gorgonio Alatorre).

Los Curas Párrocos que continuaron con las obras de construcción del nuevo Templo hasta su terminación, fueron: P. Francisco Ignacio Roxas (1799-1802), P. Antonio García (1802-1803), P. Juan Francisco Rubio (1803-1806), P. Manuel de Loera (1806), P. José María González Munguía (1806-1807) y el P. José Lucio de Osorio (1807-1811).

Fue el Padre Don José María González Munguía quien por fin terminó los trabajos de construcción del nuevo Templo, pero se tuvo que ir en mayo de 1807, tocándole al nuevo Párroco Don José Lucio de Osorio que llegó en su lugar, proceder a organizar la ceremonia para su inauguración.

Considerando el nuevo Párroco que el Templo estaba bajo la protección y dedicado a Nuestra Señora de la Asunción, decidió escoger para ese magno evento, la fecha del 15 de agosto de ese año. Al llegar la fecha esperada, Acaponeta se vistió de fiesta ya que se contó casualmente con la presencia del Subdelegado de la Jurisdicción de Acaponeta Don Antonio Saim de la Hoz.

Se celebró Misa Solemne de Acción de Gracias con repique de campanas que duró más de una hora, a la que asistieron miles de indios y mestizos que vinieron de los pueblos cercanos al épico acontecimiento quienes junto con los españoles, soldados y criollos residentes, llenaron el nuevo Templo y la explanada destinada para plaza-jardín.

Hubo castillo, juegos pirotécnicos, bailables típicos que los naturales realizaban sobre las tarimas llamadas Mariachis, vendimias, carretas adornadas con flores y muchas cosas más con lo que los acaponetenses demostraron su alegría y entusiasmo durante alrededor de 3 días, y así quedó terminado e inaugurado el mismo Templo Parroquial que hoy tenemos y que en este mes de agosto de 2018, estará cumpliendo 211 años.

El Templo se construyó, como está establecido en los reglamentos y costumbre de la Iglesia Católica y como son la mayoría de los Templos, de frente hacia el poniente. Sus medidas son: 40 metros de largo, 10 metros de ancho, 14 metros de altura de piedra de cantera con muros de 2 metros de grosor con una superficie de terreno de 57 metros de fondo por 22 de frente.

40 años después, el 2 de octubre de 1847, en la Villa de Acaponeta se sintió un fuerte temblor que dañó muchas casas, derrumbó algunas y a otras les tumbó techos de teja, bardas y enjarres, dejando además otras muchas casas y bardas con graves cuarteaduras.
Este fuerte temblor, como muy pocos se han sentido en Acaponeta, dañó considerablemente la fachada del Templo Parroquial de estilo churrigueresco que tenía desde 1807, cayéndose casi en su totalidad. Era entonces Cura Párroco interino el Sr. Cura Don José María Zamudio (1846-1849), quien por lo mismo, no estaba autorizado a realizar ningún tipo de obras hasta que llegara un Cura Propio.

En 1849, llegó el Cura Propio Don Crescencio González (1849-1852) quien de inmediato solicitó el permiso de sus superiores para recabar fondos e iniciar la reconstrucción, la cual tardó bastante en llegar de manera que solo alcanzó a iniciar los trabajos que continuó el Cura interino Sóstenes H. Villalobos (1852) por poco tiempo.

A fines de ese mismo año, llegó el Cura Propio Don Praxedis Vázquez (1852-1859) que fue quien en 1853 terminó la obra, con una fachada muy semejante a actual, misma que en 174 años ha sufrido muchas modificaciones.

Como el Altar mayor del Templo Parroquial de estilo churrigueresco se hizo de madera de pino recubierta con pintura y laminillas doradas, muy pronto fue presa de la dañina plaga del comején al grado de que 72 años después, estaba totalmente podrido y arruinado, por lo que hubo la apremiante necesidad de que el Sr. Cura Don Gorgonio Alatorre (1879-1882), procediera a demolerlo para construir uno nuevo.

Acerca de esto, en el Archivo Parroquial viene el ya antes mencionado escrito del Padre Gorgonio Alatorre, y reproducido en 1974 en el Boletín Eclesiástico No. 10 por el Sr. Cura Don José de Jesús Valencia.

En 1882, llegó a Acaponeta como Cura Interino el Padre Don Buenaventura O’ Connor Navarro (1882-1913) para reemplazar al Padre Alatorre, encontrando el Templo en muy malas condiciones, teniendo que utilizar como Casa Cural una rústica casa de teja ubicada atrás del Templo con muchas carencias y privaciones.

Al año siguiente de su llegada, el 23 de agosto de 1883, un rayo cayó sobre la torre del campanario destruyendo la mitad de la cúpula y todo el caracol que servía para subir al coro y al campanario. Por la urgencia y gravedad del suceso, al Padre O’ Connor solo se le autorizó la construcción una escalinata provisional al lado sur de la nave del Templo en el área del Cuadrante (que aún existe funcionando como tal), pero no recibió autorización para reparar la cúpula del campanario, hasta que llegara un Cura Propio autorizado.

En lugar de eso, en diciembre de 1892 el mismo Padre O’ Connor recibió el nombramiento de Cura Propio y en 1893, le fue concedida la autorización para restaurar la torre del campanario y el caracol, y también en 1896 para iniciar la construcción (por fin) de una grande, amplia y acondicionada Casa Curato en la enorme explanada que existía al lado sur del Templo y del Cuadrante, procediendo a colocar la primera piedra el 30 de septiembre de ese mismo año de 1896.

El P. O’ Connor falleció en esta ciudad el 23 de junio de 1913, y en su lugar llegó el P. Fermín Dávalos (1913-1921) él y los siguientes Párrocos Ángel P. Cárdenas (1921-1922), Nazareo de Jesús López (1922-1925) y Alfredo Rousse (1925-1926), continuaron con la dicha construcción de la Casa Curato. En el año de 1926, la Casa Curato ya estaba en pleno uso a pesar de que aún no estaba terminada y tenía comunicación interna con el Cuadrante y el Templo.

El 24 de febrero de 1925, las autoridades federales anticlericales se hizo una reforma al artículo 27 de la Constitución en la que se decretaba que Templos, Seminarios, Conventos, Casas Episcopales y Casas Curales, pasaban a ser propiedad de la Nación, ordenándose la expropiación de todas las Casas Curales del país, por lo que, aprovechando esa disposición, el día 18 de agosto de 1926 el Presidente Municipal Don Luís López Ortiz, acompañado de varios policías, rurales, algunos masones y un grupo de militares, se presentaron ante el Sr. Cura Don Alfredo Rousse para exigirle que entregara la Casa Curato, pues habían recibido la orden de expropiarla, pidiéndole además que se abstuviera de ejercer sus funciones como Ministro del Culto y se retirara de inmediato a la vida civil.

Según los escritos del Archivo Parroquial, este suceso ocurrió el día 18 de agosto de 1926; pero acerca de esta fecha, existe una notoria pero explicable controversia:

En el libro de Gobierno No. 3 del Archivo Parroquial, existe un escrito que narra este suceso escrito por el mismo Párroco Don Alfredo Rousse, elaborado unos días antes de retirarse definitivamente de Acaponeta para salvar su vida fechado el 18 de septiembre de 1926 y en él menciona lo ya antes dicho, como última anotación que hizo para proceder enseguida a entregar en custodia los antiguos y valiosos libros de Gobierno del Archivo Parroquial de Acaponeta a la familia Somellera y a las dirigentes de la Junta Vecinal presidida por las hermanas Ledón Senz, también dirigentes de la Asociación de Damas Católicas Guadalupanas de Acaponeta para su protección y resguardo. En este escrito, menciona la participación del Presidente Municipal Interino Don Luís López Ortiz, de Don Federico R. Corona, de Don Juan Espinosa Bávara, del coronel Martínez y otros.

Lo curioso de esto, es que en el Periódico Oficial del Estado de Nayarit, se menciona que este acto se llevó a cabo el 13 de mayo de 1928 siendo Presidente de un Concejo Municipal Don Carlos Mahomed Alí Chumacero (en este periodo de 1927-1928, hubo 6 Presidentes).

Esto se podría explicar de la manera de que dicha disposición fue decretada desde 1926 sin que existiera aún la orden de ponerla en práctica, adelantándose varios de los mandatarios Municipales anticlericales para ejecutarlas de inmediato, a fin de que ya estaba autorizada.

Es también probable que por lo mismo se haya destinado el viejo Curato de la Parroquia de Acaponeta a ser utilizado como cuartel militar, a pesar de que la orden federal era de que se destinaran exclusivamente para uso de escuelas primarias elementales (de 4 años) y superiores (de 6 años). Esto explica pues, el por qué fue hasta 1928 cuando se desocupó el edificio de militares para acondicionarlo y albergar ahí a la Escuela Primaria Elemental no. 7 que existía desde 1892, misma que posteriormente pasó a ser superior designándosele el nombre de Escuela Primaria para varones Gral. Ignacio Zaragoza, que permaneció ahí alrededor de 60 años.

Así las cosas, tenemos 2 fechas de la expropiación de la Casa Curato: la asentada por el P. Rousse en el libro del Archivo Parroquial del 18 de agosto de 1926, y la asentada en el Periódico Oficial del Estado de Nayarit del 13 de mayo de 1928 y para tratar de dar una probable explicación, hice y saqué las conclusiones antes mencionadas que dejo a juicio y consideración del lector.

Y continuando con la riesgosa situación del Párroco de Acaponeta, unos días después, el Padre Alfredo Rousse sufrió un fallido atentado contra su vida, por lo se apresuró a irse de Acaponeta dejando el Templo cerrado y las llaves fueron encargadas a la citada Junta Vecinal presidida por las hermanas Ledón Sens, dirigentes de la Asociación Católica Guadalupana en esta ciudad y otras personas.

El cierre del Templo, fue a causa del decreto nacional del Episcopado Mexicano, ordenando la suspensión de cultos en todo el país, en protesta por el agresivo Artículo 130 de la Constitución. Así estuvieron cerrados al Culto los Templos Católicos durante los 3 años que duró la guerra Cristera, y se volvieron a abrir después de los vergonzosos arreglos, hasta el 23 de julio de 1929.

Con la llegada a Acaponeta del nuevo Cura Párroco Don Leandro Rocha (1929-1946), se reabrió el Templo y se reanudó el Culto religioso. El nuevo Párroco conmemoró el acontecimiento con un prolongado repique de campanas, la celebración el 1° de agosto de una Misa Solemne de Acción de Gracias y grandes fiestas populares.

En esas mismas fechas, se reabrieron los Templos y se reanudaron los Servicios Religiosos en todo el país, con motivo de los ya citados vergonzosos y humillantes arreglos (si arreglos pueden llamarse) que hubo entre el gobierno federal anticlerical y el Episcopado Mexicano.

El Sr. Cura Rocha hizo muchas mejoras en el Templo, le quitó el viejo piso de ladrillo y le colocó uno nuevo de cemento pulimentado, construyó los altares laterales que en el 2008 fueron retirados, quitó la vieja y deteriorada imagen de la Virgen y en su lugar mandó colocar la nueva de Nuestra Señora de la Asunción donada por el ex Jefe Político porfirista general Mariano Ruiz en 1931 (un año antes de su muerte) colocada en el Altar Principal el 15 de agosto de 1933, con Misa Solemne y grandes fiestas.

Arregló el frontispicio del Templo colocándole también piso de cemento circundándolo con una barda y rejas de fierro de punta de lanza de 2 metros de altura con una sola entrada al frente. En 1940, colocó las imágenes de la Santísima Trinidad al frente en la parte superior del Altar Mayor, en el acto de coronación de la Virgen de la Asunción, (mismas que en el 2006 también fueron retiradas por instrucciones del INAH, ya que tapaban la ventana superior circular de ventilación, provocando humedad en las paredes).

Quitó en viejo enjarre de la fachada frontal del Templo y colocó uno nuevo. Construyó también e inauguró algunas capillas en las comunidades. Por no contar nuevamente la Iglesia con Casa Cural, el Sr. Cura tenía la necesidad de hospedarse en las casas de familias católicas piadosas, pues la vieja casa que estaba atrás del Templo que utilizó el Padre O’ Connor, ya estaba en ruinas.

Las desmembraciones o pérdidas territoriales que ha tenido la Parroquia de Acaponeta:

En el Boletín Eclesiástico no. 10 de la Parroquia de Acaponeta de julio-agosto de 1974, impreso en México, el entonces Sr. Cura de Acaponeta Sr. Don José de Jesús Valencia Quintero (1946-1997), escribió en las páginas 58 y 59, lo siguiente:

“La primera desmembración de la Parroquia de Acaponeta se llevó a cabo el 1° de junio de 1921. A la Parroquia de Acaponeta, una de más extensas (4,720.09 Km.2) y florecientes de la Diócesis de Tepic (Siendo Cura Párroco Don Ángel P. Cárdenas) y sede del tercer Vicariato Foráneo, se le quitaron 1,047.15 Km.2, lo más rico y fecundo de su jurisdicción, para formar la que ahora sería la Parroquia de Tecuala.

La segunda desmembración tuvo lugar cuando S.S. el Papa Juan XXIII, creó la Prelatura Nullius de Jesús María, el 1° de noviembre de 1962. Se le tomó la Vicaría de Huajicori con una extensión de 2,441.88 Km.2, junto con los pueblos de Quiviquinta, Santa Cruz, Saycota, La Laguna, San Pedro de Honor, San Blasito y otros, para formar la naciente Prelatura.(Nuevamente con Padres Franciscanos).

Así, la hoy Parroquia de Acaponeta que siglos atrás ejerció su Jurisdicción Eclesiástica desde Sentispac hasta Culiacán, (cuando era Convento-Guardianía franciscana), hoy se ve reducida a menos de la cuarta parte, quedándole tan solo una extensión territorial de 977.5 Km.2.”

Esta información, se encuentra también consignada en los llamados Libros de Gobierno del Archivo Parroquial.

El día 30 de abril de 1941, el Sr. Obispo de la Diócesis de Tepic Dr. Don Anastasio Hurtado Robles, acompañado del Párroco Don Leandro Rocha y su auxiliar el Vicario Cooperador Pbro. Don Juan Guardado Cisneros, vino a esta Parroquia de Acaponeta para realizar la Consagración de la Iglesia Parroquial, realizándose para ello una Misa Concelebrada.

Hubo grandes celebraciones como era ya costumbre de parte de los católicos acaponetenses: Juegos pirotécnicos como un vistoso castillo, torito, buscapiés, el viejo de la danza y otros. Aparte de las danzas en las citadas tarimas-Mariachi, kermeses, vendimias, palo encebado y otras cosas más, se juntaron estas festividades con las de la fiesta del Sr. San José.

El 9 de octubre de 1943, Acaponeta sufrió la primera de las 3 más grandes inundaciones del siglo XX viéndose el Padre en la necesidad de aceptar mucha gente damnificada en el Templo y en el Cuadrante, y de convertirse en activo gestor auxiliar del Presidente del XIV H. Ayuntamiento Municipal el Sr. Luís Estrada Mora para conseguir agua, alimentos, medicinas y alojamiento para los afectados, mientras llegaba la ayuda exterior.

El 11 de octubre de ese año, el Sr. Cura Rocha envió un propio a Huajicori solicitándole al Párroco que nos prestara la imagen de Nuestra Señora del Santo Rosario, mejor conocida como La Virgen de la Candelaria, para pasearla el día 12 por las calles de Acaponeta en agradecimiento por haber salido bien librados de la pasada inundación, y regresarla al día siguiente, a lo que el encargado de esa Parroquia accedió amablemente ofreciéndose además a acompañarlos.

El día 11, a las 4 de la mañana, salió a pie una procesión de alrededor de 300 personas rumbo a Huajicori encabezada por el Sr. Cura Don Leandro Rocha, llegando a ese lugar como a las 8. Al llegar, fueron cordialmente recibidos por el Párroco y cuando ya se disponían a ir a bajar la Imagen de su pedestal, llegó una turba de alrededor de 50 huajicorenses gritando: - “¡Los de Acaponeta nos quieren robar la Virgen, y no lo vamos a permitir!” – y empezaron a lanzar piedras y pedazos de ladrillo acompañados de gritos y palabras ofensivas, dando uno de esos proyectiles en la frente del Sr. Cura Rocha que le provocó una herida sangrante.

De inmediato, el Sr. Cura de Huajicori trató de calmarlos y de explicarles cómo eran las cosas, pero no lo escucharon y también fue brutalmente agredido. Al ver esto, el Sr. Cura Rocha ordenó a sus acompañantes que se regresaran de inmediato sin responder a la agresión, volviéndose sobre sus pasos tristes y a la vez molestos por la salvaje y agresiva recepción que les hicieron ese día los de Huajicori.

Como consecuencia de esto, el Sr. Obispo Anastasio Hurtado Robles se molestó mucho, procediendo a cambiar de Parroquia al Sr. Cura Rocha, y a los huajicorenses se les retiró al Párroco y mandó cerrar el Templo, dejando a la población sin culto religioso por un año como severo castigo por esa tan irresponsable y reprobable actitud hacia un Ministro Religioso y sus acompañantes.

En efecto, el 20 de enero de 1944, por ese grave incidente ocurrido en Huajicori, el Sr. Cura Rocha fue cambiado a la Parroquia de la Basílica de Talpa de Allende y en su lugar llegó el 1° de febrero el nuevo Párroco Don Pedro Macedo (1944-1946), llegando también como Vicario Cooperador auxiliar el 28 de junio, el Padre Don José de Jesús Valencia Quintero.

El 10 de octubre de 1946 falleció en Toluca el Padre Macedo a los 33 años de edad víctima de penosa enfermedad, y fue el Padre Don José de Jesús Valencia quien se encargó de mandar traer su cuerpo para ser sepultado en este lugar.

La llegada por el ferrocarril de sus restos el día 13, fue una de las más grandes manifestaciones de amor y cariño hacia su Párroco por parte de los católicos de Acaponeta, pues lo acompañaron cerca de 5 mil católicos desde que llegó a la Estación del Ferrocarril por la Av. México, hasta el templo Parroquial para allí celebrar una Misa de cuerpo presente y de ahí trasladarlo hasta el Panteón Municipal, en donde reposan sus restos hasta el día de hoy.

El 2 de septiembre de 1947 fue nombrado Cura Ecónomo Vicario de ésta Parroquia en forma provisional, y el 15 de octubre de 1949, en lugar de llegar a ocupar su lugar un nuevo Cura Propio, le llegó a él su nombramiento del nuevo y ya definitivo Cura Propio de la Parroquia de Acaponeta, expedido por el Sr. Obispo de la Diócesis Don Anastasio Hurtado Robles. Él no lo sabía, pero estaba destinado para quedarse aquí el resto de su vida.

En cuanto recibió su nombramiento y ya con esa autoridad, solicitó y obtuvo autorización de realizar varias mejoras en el Templo, entre ellas: Quitó la barda y enrejado de fierro del atrio y con el apoyo del H. Club Rotario, le quitó el piso de cemento y colocó otro de mosaico; cambió el piso de cemento de la nave del Templo también por otro de mosaico que aún existe, restauró y recubrió de azulejo la cúpula del campanario, restauró la antigua y humilde casa de teja en ruinas de atrás del Templo para seguirla usando como Casa Curato, remodeló la Sacristía, colocó piso nuevo en el Altar con losas de granito color tinto, reforzó las paredes laterales de la nave del Templo subiendo varios metros más los pilastrones de piedra exteriores en los que mandó colocar en la parte de arriba, fuertes tirantes de acero de lado a lado, pues el techo amenazaba ya con desplomarse; pero sin duda, la obra cumbre de este Párroco que superó la de sus antecesores, fue la construcción del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en el llamado Barrio de la Capilla, de 1948 al 2000. Construyó el anexo del Santuario llamado “Casa Cristo Rey” y fundó el Colegio Católico P. Buenaventura O’ Connor hoy casi extinguido.

A él le tocó la titánica labor de dar auxilio a muchos damnificados durante la segunda y mayor de las habidas en el siglo XX, la gran inundación

Por su delicada salud y su edad, fue retirado del control de la Parroquia por el Sr. Obispo Don Humberto Robles Cota el 15 de julio de 1997, dándole el nombramiento de Cura Emérito adscrito a la Parroquia de Acaponeta y el título de Monseñor. A partir del 7 de agosto de 1997, quedó a cargo de la Parroquia el nuevo Cura Propio Don José de Jesús Enríquez Flores (1997-2008).

El Sr. Cura y Monseñor Don José de Jesús Valencia murió en esta ciudad el 28 de julio de 1999, después de haber estado 53 años en esta ciudad y sus restos fueron depositados en el interior del santuario Guadalupano, por ser la máxima obra que realizó en su vida.

El Sr. Cura Enríquez, desde que llegó a encargarse de esta Parroquia, inició la remodelación total del Cuadrante anexo al Templo y la construcción del nuevo edificio de 2 plantas atrás del Templo para que por fin, después de 73 años, esta Parroquia volviera a tener Casa Curato cuyos planos fueron diseñados por el Arq. Roberto Chávez Gradilla, quedando a cargo de la dirección de su construcción, el Arq. Sergio Tirado Sánchez, ambos acaponetenses.

La obra se terminó y fue inaugurada por el Vicario Visitador Pbro. Don Miguel Agustín Estrada el domingo 26 de septiembre de 2004. Antes de irse de Acaponeta, inició los trabajos de restauración de la ya muy dañada decoración de la bóveda del Templo.

El 5 de junio de 1999, se llevó a cabo la primera reunión en la Casa de la Cultura para dar a conocer a las Autoridades Eclesiásticas y a la ciudadanía, el resultado de los estudios realizados hasta esa fecha para detectar y valorar el gran deterioro interior y exterior del Templo Parroquial.

En esta reunión estuvieron presentes: Arq. Otilia Castañeda H., Arq. J. Jesús Hernández Padilla y Arq. José A. Flores Castellanos del Instituto de Investigaciones sobre Centros Históricos; Arq. Sergio Santos García, Jefe de Planeación del Instituto Tecnológico de Tepic, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (I.N.A.H.) estuvieron los Arq. Jorge Espinosa Partida, Arq. Leonardo Silva Verdín y Arq. Yamil A. Pérez Solano.

Por parte de la ciudadanía Acaponetense, Sr. Cura Don José de Jesús Enríquez Flores, C. Presidente Municipal del XXXIV H. Ayuntamiento Sr. José Chávez Rodríguez, Arq. Sergio Tirado Sánchez, Director de la Junta Vecinal, Arq. Roberto Chávez Gradilla, Profa. Lucila Hernández Arciniega, Ana Ma. Gutiérrez Rentería, Néstor Chávez Gradilla, Lic. José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo, Roberto Espinosa G., Roberto Vivanco Zamudio, Felipe Ledón Contreras, Trinidad García E., y otros. Después de esta importante reunión en la que ya se contemplaba el revestimiento total del exterior de piedra del Templo, hubo otras más.

Con el dinero reunido con grandes esfuerzos por parte de los Grupos Católicos, los trabajos de restauración y recubrimiento del exterior del Templo comenzaron en enero de 2006 bajo la dirección y cuidado de los arquitectos designados por el I.N.A.H., calculándose un costo total de los trabajos de $4 millones 223,627.51 pesos para terminarse a más tardar en 3 años, en los cuales todos los grupos católicos tuvieron que darse a la exhaustiva tarea de reunir ese dinero.

Con el tiempo, muchos acaponetenses locales y que venían de vacaciones, externaron su gran malestar y disgusto por el recubrimiento de las paredes de piedra, pero se les dijo que en las varias reuniones que hubo en la Casa de la Cultura con los arquitectos y funcionarios del I.N.A.H., en las que se nos hizo saber que por desgracia, el Templo había sido construido con piedra de cantera rosa que, con el paso de los años al contacto directo con el aire, acababa convirtiéndose en polvo. Estos trabajos se terminaron en su primera etapa en diciembre de ese mismo año.

Como cada que había un importante evento religioso, la Iglesia se veía en la forzosa necesidad de solicitar sillas prestadas o rentadas, en octubre de 2006 El Eco de Nayarit promovió una exitosa campaña para reunir una cantidad de dinero que sería destinado para la compra de 300 sillas blancas de plástico, campaña que terminó siendo un éxito y a fines de noviembre, la Sra. Consuelo Guerrero de Sáizar, le entregó el dinero al Sr. Cura Don José de Jesús Enríquez quien de inmediato procedió a comprarlas.

En marzo de 2007, El Eco de Nayarit inició nuevamente otra campaña para solicitar apoyo económico, fondos que serían destinados a la total restauración de las principales imágenes del Templo Parroquial y en mayo, la Sra. Consuelo de Sáizar le entregó al Sr. Cura Enríquez la cantidad de 50 mil pesos con los que pudo iniciar dichos trabajos. Con el tiempo hubo más aportaciones, terminándose la obra a finales de ese mismo año, habiéndose realizado una concienzuda labor artística finamente elaborada.

A fines de 2007, el Sr. Cura Enríquez contrató a los restauradores profesionales de Guadalajara Elpidio Zavala Carrillo y su auxiliar Jesús Velázquez Rodríguez para que iniciaran los trabajos de la total restauración de los murales decorativos del interior del Templo (mandados pintar por el Sr. Cura Rocha en 1930) ya muy dañados por el salitre y la humedad, pero por decisión del Sr. Obispo Humberto Robles Cota, el Sr. Cura Enríquez tuvo que irse de Acaponeta, dejando iniciada la obra para que la continuara su sucesor.

En efecto, el Sr. Cura Don José de Jesús Enríquez fue retirado de la Parroquia de Acaponeta para irse a Talpa de Allende Jalisco el 27 de marzo de 2008, y en su lugar llegó el nuevo Párroco Sr. Efraín Martínez Delgado (2008-2012), quien continuó con las obras de restauración del decorado artístico de la bóveda, trabajo realizado por los mismos ya anteriormente citados restauradores profesionales jaliscienses, del año 2008 al 2010. El Sr. Cura Efraín Martínez Delgado estuvo al frente de la Parroquia de Acaponeta poco más de 4 años, hasta que fue retirado el 1° de octubre de 2012.

El 6 de octubre de 2012, llega a esta ciudad el nuevo Cura Propio Don Felipe Gómez Huitrón a ocuparse de esta Parroquia y desde que llegó, se echó a cuestas con la voluntaria y entusiasta colaboración de los católicos, la total restauración del interior del Templo Parroquial bajo la supervisión del Instituto Nacional de Antropología e Historia (I.N.A.H.) para lo cual contrató nuevamente al restaurador profesional Elpidio Zavala y a su auxiliar.

Se restauraron las partes dañadas, se remozaron las demás imágenes, se cambió el piso del atrio del altar por otro de mármol (Abril 7 de 2016), se reconstruyó y remodeló la Sacristía, el pórtico de cedro de la puerta de entrada frontal, el portón de entrada, el Bautisterio, se retiraron las viejas bancas para 4 personas que existían desde los tiempos del Sr. Cura Rocha (1930-31) y para reemplazarlas, mandó hacer otras 44 nuevas de cedro para 6 personas y 2 reclinatorios frontales, que fueron terminadas e instaladas el día 3 de noviembre de 2015.

El jueves 10 de agosto de 2017, se retiró definitivamente la mesa del Altar principal para en su lugar instalar uno nuevo de mármol blanco, siendo bendecido y consagrado ese mismo día por el Sr. Obispo Don Luís Artemio Flores Calzada, quien vino a invitación de la Parroquia a Acaponeta y celebró Misa Solemne Concelebrada acompañado de los Sacerdotes Sr. Cura Don Felipe Gómez Huitrón, P. Domingo Méndez, P. José de Jesús Enríquez Flores, P. José Aguiar Rodríguez, el Padre Bachis de Quimichis y otros.

Ignoro el destino que se le vaya a dar a la anterior Mesa del Altar que fue obsequiada y colocada en agosto de 1965 por los primeros miembros fundadores del Movimiento de Cursillos de Cristiandad Sres. Mario Corona Martínez +, Enrique Vázquez Jiménez +, Héctor Algarín González, Néstor Chávez Gradilla, Oriol Soto Ahumada +, Salvador Barrón López, José Luís Martínez Ulloa, David Ernesto Sierra Martínez +, Cuca Sáenz de Corona +, Victoria Arce Viuda de Casas +, Consuelo Espinosa de Algarín +, Paz Olivo de Vázquez + e Inocencio Suárez García auxiliados por los Presbíteros Vicarios Auxiliares Luís María Güereña y Teodoro Alcaraz Espericueta, con apoyos y la generosa cooperación de comerciantes, agricultores, ganaderos y muchos fieles católicos de Acaponeta.

El gasto que se hizo, incluyendo la traída, fue superior a los 50 mil pesos de aquellos años. Esa pesada mesa junto con una tarima, todo de madera de venadillo, se mandaron hacer y la trajeron desde Concordia Sinaloa, en la camioneta del Sr. Alfonso Vega (de Tuxpan) y lo acompañaron el Padre Alcaraz, Tomás Navarro y Enrique Vázquez. Ya en esta parroquia, Mesa-Altar y tarima se instalaron en el Templo en la citada fecha y fue bendecida el 15 de agosto de ese mismo año por el Sr. Cura Don José de Jesús Valencia Quintero, para permanecer en el Altar durante casi 52 años.

En el centro de la parte superior de la citada Mesa-Altar de madera, posteriormente se insertó una placa de mármol de aproximadamente 30 X 40 Cms. Con una leyenda que dice: “Consagrada por el excelentísimo Sr. Arzobispo Don Francisco Javier Nuño el 14 de junio de 1957” o sea, casi 12 años después de haberse instalado.

Al lado frontal de la pesada mesa, se colocó con letras doradas la siguiente frase bíblica: “HACED ESTO EN MEMORIA MÍA”. Es conveniente hacer del conocimiento de los lectores que antes de haberse instalado esta Mesa-Altar de madera en el Templo, no existió ninguna otra, pues hasta ese año en que se clausuraron los trabajos del Concilio Vaticano II, antes el Sr. Cura Valencia daba las Misas de espaldas al público y en latín.

Fue precisamente por lo establecido en uno de los acuerdos de dicho Concilio de que, a partir de ese año de 1965, ya las Misas fueran de frente al público y en el idioma local, por lo que los integrantes del grupo de fundadores en esta ciudad del Movimiento de Cursillos de Cristiandad decidieron movilizarse activamente para que lo antes posible, el Templo Parroquial contara ya con esa Mesa-Altar.

Al día de hoy, aún continúa al frente de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción el Sr. Cura (No. 42) Don Felipe Gómez Huitrón, quien pasará a la historia regional como uno de los que más trabajaron por la remodelación y embellecimiento del Templo Parroquial de Acaponeta.

Actualmente, al escribir este artículo (julio 2018) la Parroquia de Acaponeta está bajo la dirección del citado Sr. Cura Don Felipe Gómez Huitrón, quien cuenta con los Sacerdotes auxiliares P. José de Jesús Enríquez Flores, Domingo Méndez, José Aguiar Rodríguez y Rigoberto Robles Almaraz.

Cuenta además con el valioso apoyo de los siguientes grupos parroquiales: Movimiento de Cursillos de Cristiandad, grupos de Retiros Espirituales Misioneros, 22 Centros Bíblicos en barrios y colonias, Grupo de 28 voluntarios de pláticas pre Sacramentales, grupo de catequistas voluntarios, varios Ministros laicos de la Palabra y de la Comunión, la Legión de María, el E.P.A.B., El grupo de jóvenes Católicos de la Parroquia de Acaponeta y otros.

Listado de los Sres. Curas Párrocos habidos en Acaponeta desde 1798 hasta el día de hoy:

Fray Vicente Pesquera, Cura provisional (1798-1799).

Francisco Ignacio Roxas (1799-1802).

Antonio García (1802-1803).

Juan Francisco Rubio (1803-1806).

Manuel de Loera (1806- ).

José María González Munguía (1806-1807).

José Lucio de Osorio (1807-1811).

Anastasio López Heredia (1811-1813).

José María Covarrubias (1813-1814).

Bernardo Tello Orozco (1814-1822).

José María Ledón (1822- ).

J. Guadalupe Mancillas (1822-1830).

Ignacio Aguilera (1830-1833).

José María de los Ríos (1833-1836).

José Rito de la Serna (1836- ).

J. Guadalupe Mancillas (2ª. Vez) (1836-1841).

Marcos Pérez González (1841-1846).

José María Zamudio (1846-1847).

Crescencio González C. (1847-1852).

Sóstenes H. Villalobos (1852- ).

Praxedis Vázquez Ruiz (1852-1859).

Sebastián Agraz Díaz (1855-1859).

José Guadalupe Cuellar (1859-1862).

Ignacio Ayala Ramírez (1862-1865).

Ramón Muñoz Medina (1865-1867).

Andrés Álvarez López (1867-1868).

Ramón Zamora Hernández (1868-1874).

Sebastián Agraz Díaz (2ª. Vez) (1874-1876).

Abundio Anaya Gómez (1876-1877).

Esteban Balcázar R. (1877-1879).

Gorgonio Alatorre (1879-1882).

Buenaventura O’ Connor Navarro (1882-1913).

Fermín J. Dávalos (1913-1921).

Ángel P. Cárdenas (1921-1922).

Nazareo de Jesús López (1922-1925).

Alfredo Rousse (1925-1926).

Leandro Rocha (1929-1944).

Pedro S. Macedo (1944-1946).

José de Jesús Valencia Quintero (1946-1997).

José de Jesús Enríquez Flores (1997-2008).

Efraín Martínez Delgado (2008-2012).

Felipe Gómez Huitrón (2012, al día de hoy).

FUENTES INFORMATIVAS:
Archivo Parroquial. Boletín Eclesiástico No. 10. Agosto de 1974. Entrevistas personales con el Sr. Cura Valencia. Archivo Personal. Diversas publicaciones acerca de este tema, que conservo en mi archivo.




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