jueves, 12 de agosto de 2021

APUNTES HISTÓRICOS DE LA ESTACIÓN DEL FERROCARRIL DE ACAPONETA

 


Agosto 11 de 2021 (Don Néstor S. Chávez Gradilla [Cronista Municipal de Acaponeta]: - Agustín Borrego Rivas, era originario de Mapimí, Durango, y allá en su estado natal trabajó como telegrafista, concretamente en Gómez Palacios, Durango.

Posteriormente, en 1908, llegó al estado de Sinaloa, a la Cruz de Elota donde asumió el cargo de Jefe de Estación, luego en 1919 fue enviado a Acaponeta para ocupar el mismo cargo y aquí permaneció hasta el final de su existencia, su muerte acaeció un 25 de marzo de 1934.

Es importante mencionar que Agustín Borrego no fue el primer Jefe de Estación en Acaponeta, sino que le sucedió en el cargo a Don José Franklin Magallanes y a éste le siguió el señor Nicolás Díaz Quintero, en consecuencia, Don Agustín Borrego fue el tercer Jefe de Estación del Ferrocarril.

Agustín Borrego fue un férreo impulsor del sindicalismo, pero también en este renglón destaca la figura de Sebastián Marroquín Noriega, quien participó en la constitución del Sindicato de Cargadores y Carretoneros de Acaponeta, con la conformación del sindicato se logró el establecimiento de tarifas justas para que los trabajadores recibieran un salario digno y decoroso.

Con la desaparición física de Don Agustín Borrego, el sindicato cambió su nombre por el de “Sindicato de Cargadores y Alijadores Agustín Borrego de Acaponeta,” en memoria de este luchador social que aportó mucho a la vida de los trabajadores ferroviarios, fue tanto el aprecio que se ganó el duranguense, que sus compañeros decidieron ponerle su nombre a una calle de Acaponeta, precisamente situada al margen de la vía del ferrocarril.

Mientras, Sebastián Marroquín Noriega tenía una carreta y en ella transportaba mercancías del ferrocarril. Cuando Don Sebastián Marroquín ya no pudo—seguramente por sus años—continuar con su trabajo, su hijo Agustín Marroquín Gómez, se hizo cargo de la responsabilidad que le dejara su padre, lo hizo prácticamente toda su vida.

Los trenes con máquinas de vapor que transitaban por Acaponeta usaban como combustible la hulla, o carbón de piedra que producía un humo espeso, negro y asfixiante. La fuerza energética que generaba el vapor de las calderas era tanto que las máquinas llegaban a jalar hasta cincuenta furgones cargados.

Poco después, comenzaron a usarse los trenes mixtos, los cuales traían unos cinco vagones de pasajeros y detrás de estos otros vagones especialmente para carga. Cuando era necesario tirar un número mayor de furgones cargados, se les reforzaba con dos máquinas.

En 1927, arribó a Acaponeta procedente de Ameca, Jalisco, Don Pedro M. Navarro, quien compró una amplia construcción con portal de madera y teja, ubicada justamente frente a la estación del ferrocarril, en la esquina que forman las calles Agustín Borrego y Zacatecas. El inmueble era propiedad de una señora conocida solamente como Doña Chana.

En ese lugar, Don Pedro M. Navarro, fundó un almacén o expendio para la venta de todo tipo de mercancías, luego firmaría un convenio con los propietarios del Ferrocarril para abastecer a todos los trabajadores del Sud Pacífico, se dice que este negocio establecido por Pedro M. Navarro llegó a tener un gran éxito por la afluencia de trabajadores y pasajeros que aprovechaban la escala o la parada del tren para surtirse de alguna mercancía.

Al regularizarse el transporte ferroviario, comenzaron a funcionar los trenes de carga a los cuales se les adicionó una mayor cantidad de furgones a medida que se incrementaba el servicio.

En aquellos tiempos, las máquinas se movían a base de vapor de agua, por ello se les identificaba como máquinas de vapor.

Donde termina la calle Veracruz, al norte de la ciudad, justamente adonde llega la vía, se encontraba un enorme tanque con agua al que la gente “bautizó” como el "tambo del ferrocarril".

En ese lugar se detenían las máquinas para abastecerse de agua. Para llenar de agua a ese enorme tanque, se bombeaba desde una noria que se encontraba al pie del Arroyo de La Viejita, donde actualmente se encuentra la capilla en la colonia conocida como INVINAY. Posteriormente, estas instalaciones se trasladaron junto al río.

La bomba estaba entonces prácticamente en las faldas del cerro, a la entrada del puente del Ferrocarril, y extraía agua del lecho del río, junto a los tambos que resisten el peso del puente.



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