martes, 1 de noviembre de 2011

DAN A CONOCER EL VERDADERO SIGNIFICADO DE LA CELEBRACION DEL DIA DE MUERTOS



Acaponeta, Nayarit; Noviembre de 2011 (Marcos Miranda/El Clarín Veracruzano/Héctor Aguayo):-- Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México son anteriores a la llegada de los españoles. Hay registro de celebraciones en las etnias Mexica, Maya, Purépecha y Totonaca.

Los rituales que celebran la vida de los ancestros se realizan en estas civilizaciones por lo menos desde hace tres mil años. En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.

Sin embargo con la llegada de los españoles a México, luego de la conquista, coincidió casualmente con las festividades católicas llamada “Día de los fieles difuntos” o también conocida como “Todos santos”.

De acuerdo a las tradiciones católicas, “Día de los Fieles Difuntos”, es una celebración cristiana que tiene lugar el día 2 de noviembre, cuyo objetivo es orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrenal y, especialmente, por aquellos que se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio.

Pero aún con este sincretismo (es el proceso mediante el cual los elementos de una religión se asimilan a otra religión), la tradición prehispánica se mezcló con la católica y dieron origen a la celebración del “Día de Muertos”.

Se conserva la tradición prehispánica como es el rendir culto a los muertos, haciendo altares, donde se ponen ofrendas, todas relacionadas con los gustos del difunto y que en vida disfrutaba, aunque estos altares también surgieron con su significado.

El festival que se convirtió en el Día de Muertos se conmemoraba el noveno mes del calendario solar mexica, cerca del inicio de agosto, y se celebraba durante un mes completo.


Las festividades eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl, conocida como la “Dama de la Muerte” (actualmente relacionada con “la Catrina”, personaje de José Guadalupe Posada) y esposa de Mictlantecuhtli, Señor de la tierra de los muertos. Las festividades eran dedicadas a la celebración de los niños y las vidas de parientes fallecidos.

Para las culturas prehispánicas, la muerte no tenía las connotaciones morales de la religión católica, en la que las ideas de “infierno y paraíso” sirven para castigar o premiar. Por el contrario, ellos creían que los rumbos destinados a las almas de los muertos estaban determinados por el tipo de muerte que habían tenido, y no por su comportamiento en la vida.

De esta forma, las direcciones que podrían tomar los muertos son: El Tlalocan o paraíso de Tláloc, dios de la lluvia. A este sitio se dirigían aquellos que morían en circunstancias relacionadas con el agua: los ahogados, los que morían por efecto de un rayo, los que morían por enfermedades como la gota o la hidropesía, la sarna o las bubas, así como también los niños sacrificados al dios.

El Tlalocan era un lugar de reposo y de abundancia. Aunque los muertos generalmente se incineraban, los predestinados a Tláloc se enterraban, como las semillas, para germinar.


El Omeyocan, paraíso del sol, presidido por Huitzilopochtli, el dios de la guerra. A este lugar llegaban sólo los muertos en combate, los cautivos que se sacrificaban y las mujeres que morían en el parto.

Estas mujeres eran comparadas a los guerreros, ya que habían librado una gran batalla, la de parir, y se les enterraba en el patio del palacio, para que acompañaran al sol desde el cenit hasta su ocultamiento por el poniente. Su muerte provocaba tristeza y también alegría, ya que, gracias a su valentía, el sol las llevaba como compañeras. Dentro de la escala mesoamericana de valores, habitar el Omeyocan era un privilegio.

El Mictlán, destinado a quienes morían de muerte natural. Este lugar era habitado por Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, señor y señora de la muerte. Era un sitio muy oscuro, sin ventanas, del que ya no era posible salir.

El camino para llegar al Mictlán era muy tortuoso y difícil, pues para llegar a él las almas debían transitar por distintos lugares durante cuatro años. Luego de este tiempo, las almas llegaban al Chicunamictlán, lugar donde descansaban o desaparecían las almas de los muertos.

Para recorrer este camino, el difunto era enterrado con un perro, el cual le ayudaría a cruzar un río y llegar ante Mictlantecuhtli, a quien debía entregar, como ofrenda, atados de teas y cañas de perfume, algodón (ixcátl), hilos colorados y mantas. Quienes iban al Mictlán recibían, como ofrenda, cuatro flechas y cuatro teas atadas con hilo de algodón.

En nuestra región la celebración de muertos tiene una connotación religiosa aunada con festividades alusivas al tema, hoy en esta ciudad se realizarán dos concursos de altares de muertos, la primera de ellas se llevará a cabo en las instalaciones de la Escuela H. Ayuntamiento a partir de las 9:00 de la mañana. 

El segundo evento, los alumnos de la Escuela Normal Experimental se realizará en la explanada de la Casa de la Cultura 'Al Chumacero' su actividad cultural a partir de las 6:00 de la tarde, donde la ciudadanía puede asistir de manera gratuita.






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